Latidos es un cortometraje escrito y dirigido por Juan Avellán, acreditado en el mismo como Juan Manuel Martínez, compañero escribiente de Lo que Coppola quiera: Blog de cine y fiel amigo dentro y fuera de la blogosfera. Fue producido hace diez años pero ya reflejó una de las muchas situaciones que constituyen el día a día de eso tan terrible que todos conocemos y se hace llamar crisis económica.
Aplicando el caso a nuestro país, Juan Avellán muestra el día a día de una familia cualquiera de clase media-baja. El paro, la frustración, la educación y la Seguridad Social son temas que podemos vislumbrar en los 11 minutos de metraje. Desde el punto de vista cinematográfico encontramos referencias al universo almodovariano, y así esa ama de casa planchando por la noche es un homenaje directo a aquél personaje protagonista de ¿Qué he hecho yo para merecer ésto? (1984, P. Almodóvar) interpretado por Carmen Maura. Y el teléfono del cual se espera que suene desesperadamente por una operación de corazón que necesita el padre de familia parece sacado de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). Las referencias, inevitables en todo cineasta y artista en general, no empañan ni una pizca un discurso propio, el de un joven cineasta con las ideas claras sobre lo que quiere contar: una crítica desaforada hacia la Seguridad Social. Y extrapolando la cuestión más allá de las fronteras españolas, el olvido del sistema hacia los más desfavorecidos.
El cortometraje está realizado con un gran realismo. Busca lo austero en las localizaciones precisamente por la condición social de los personajes, demostrando gran conocimiento del discurso que el movimiento neorrealista italiano hizo suyo, que buscaba mostrar las penurias de los más miserables, olvidados por un sistema injusto. La fotografía ayuda a entrar en dicho ambiente con la ayuda de los actores, si bien es cierto que éstos podrían haber logrado en ocasiones unas interpretaciones más veraces.
Dominador del lenguaje cinematográfico que sabe exprimir al máximo, Avellán logra planos que están arropados por una sabiduría que se nota sobre todo en la composición de los mismos, buscando precisamente conmover desde la sencillez. Ejemplo de lo dicho es la secuencia final, donde ese teléfono suena por fin, pero ya es demasiado tarde. Los latidos del corazón del protagonista, que ya presentaban síntomas de agotamiento, dejan de ser el sonido palpable y la prueba fehaciente de que hay una vida humana y dan paso al silencio que indica la muerte. La burocracia, representada en el cortometraje por el médico, ha fulminado a un anónimo más. ¿Desolador? Sí, pero más realismo... qué quieren que les diga... Ni en un telediario.
EDUARDO M. MUÑOZ
Dominador del lenguaje cinematográfico que sabe exprimir al máximo, Avellán logra planos que están arropados por una sabiduría que se nota sobre todo en la composición de los mismos, buscando precisamente conmover desde la sencillez. Ejemplo de lo dicho es la secuencia final, donde ese teléfono suena por fin, pero ya es demasiado tarde. Los latidos del corazón del protagonista, que ya presentaban síntomas de agotamiento, dejan de ser el sonido palpable y la prueba fehaciente de que hay una vida humana y dan paso al silencio que indica la muerte. La burocracia, representada en el cortometraje por el médico, ha fulminado a un anónimo más. ¿Desolador? Sí, pero más realismo... qué quieren que les diga... Ni en un telediario.
EDUARDO M. MUÑOZ
1 comentario:
Me ha encantado Juan. Humano, sensible, sencillo, humilde, bien estructurado, con el desarrollo muy claro de la idea, pulido. Enhorabuena. Antonio
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