El cortometraje empieza con una llamada de auxilio y termina con el sonido telefónico de comunicar o de haber finalizado una conversación: el sonido del olvido. El cineasta Juan Avellán parece querer decir con su personaje protagonista, Alberto, que lo que se le pide a la vida, ésta no es capaz de dárnoslo.
De esta obra se destaca un excelente uso de la narrativa mediante la continua utilización de flashbacks y flashforwards. Su guionista y realizador no hace un discurso, por tanto, lineal, y ni falta que hace. Gracias a ello consigue un film más original y complejo, haciéndolo más interesante y deconstruyendo el tiempo narrativo con maestría, delicadeza y sabiduría.
Pero no sólo es bueno su discurso, sino que el cortometraje está plagado de excelentes frases. Expongamos el ejemplo más significativo, expresado por Alberto (el actor José Fopiani), en un culmen de desencanto vital y alcoholismo: “Sigue con tu vida, compremos el alma, nosotros marcamos el camino… No hagas preguntas”.
Alberto es una víctima de su tiempo, un desencantado de la vida impuesta por la sociedad posmoderna, de la mecanicidad de una existencia que parece no conducir a ninguna parte: Ducha, coche, envejecer sin darnos cuenta… Es lo que parece querer decirnos Juan Avellán con este cortometraje, a medio camino entre el existencialismo bergmaniano y el cine de prosa de Rohmer. Esperamos que os guste.
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