La película “Los Duelistas” está considerada como una de las
mejores películas dentro de los films ambientados en la época napoleónica. Para
mí, personalmente, es la mejor junto a la colosal producción "Napoléon” de
Abel Gance, del año 1927.
Es interesante de observar en el film como en ningún momento
aparece el Emperador Napoleón, pero pese a su ausencia esta producción es un
viaje a través de casi toda la historia del Imperio Napoleónico, desde 1800, el
período del Consulado, hasta el período después de Waterloo, la Restauración.
Austerlitz, Iéna, la campaña de la Península Ibérica, Rusia,
Leipzig, el Imperio de los Cien Días, serán testigos de las aventuras de ambos
personajes principales, Féraud y d’
Hubert. Es una película de gran mérito, estamos ante la ópera prima del
realizador Ridley Scott, que alcanzaría la fama posteriormente por películas
extraordinarias como “Alien, el Octavo Pasajero” (1979), “Blade Runner” (1982), “Gladiator”
(2000) “American Gangster” (2007) y "El
Reino de los cielos" (2005).
La historia está basada en una novela de Joseph Conrad, "
El Duelo", aparentemente basada en una historia verdadera. El relato
cautivó al realizador británico, que decidió llevarlo a la gran pantalla,
contra todo pronóstico, ya que no parecía una historia muy adecuada para conseguir
convertirse en una pelicula. Numerosos eran los
obstáculos que tuvo que superar para ver su sueño realizarse, pero finalmente
el rodaje salió adelante. Después de muchas anécdotas y dificultades “Los Duelistas”
se presentó en 1977 con una acogida no muy entusiasta de parte de la crítica,
aunque el film fue premiado como la mejor “opera prima” en el Festival de
Cannes.
La película destaca y llama la atención por su magnífica
fotografia. Ridley Scott mismo reconoció la influencia de otra película de época,
“Barry Lyndon”, de Stanley Kubrick, obra en la cual la fotografía y la
iluminación desempeñan un papel preponderante. El rodaje de “Los Duelistas” se efectuó totalmente en
exteriores y en escenarios auténticos, dando esto en todo momento mucha mayor credibilidad
a la película.
Las interpretaciones de Harvey Keitel y Keith Carradine son
magníficas, ambos completamente identificados con sus personajes, ambos con
personalidades completamente opuestas y peculiares, llenas de matices. Los
actores secundarios también realizan un gran trabajo, detrás está claramente la
mano de Ridley Scott que sabe sacar lo mejor de los actores en sus trabajos.
Argumento:
En Feraud (Harvey
Keitel) encontramos un adepto ferviente y fiel al Emperador, que no vacila en
ofrecer su vida para el honor de Napoléon. En una de sus mejores escenas hasta
no vacila en autodenunciarse voluntariamente a las autoridades represoras del
bonapartismo como un defensor ardiente del Emperador. En cambio d’Hubert
(Keith Carradine), su antagonista, es ecléctico y se adapta a los
cambios políticos, primero defiende al Emperador, pero después de la abdicación
de Fontainebleau él prefiere una vida
tranquila y conseguir formar una familia antes que implicarse en nuevos
combates por ideales, es el momento de la vuelta del Emperador de la isla de
Elba, en la escena en la que él rechaza la vuelta al ejército.
Feraud es de temperamento apasionado, llevado por
sentimientos extremos, lleno de espontaneidad, descaro, ciega valentia, mientras su adversario es al contrario, pleno de
reflexión, diplomacia, busca la paz y prevenir los conflictos por el diálogo y
las buenas maneras. Es una lucha de la cabeza contra el corazón, el coraje contra
la reflexión. La ofensa frente a una dama que sufre a Feraud en su espíritu y
su código de honor es inaceptable, y su espíritu colérico y apasionado le hace
batirse en duelo con D’Hubert.
Este incidente da lugar a 20 años de confrontación entre
ambos oficiales, que van progresivamente aumentando su graduación y batiéndose
en duelos que por unos motivos u otros no solucionan su enfrentamiento. Para
Feraud el honor es su motor vital, solo superado por su fidelidad incondicional
a Napoleon, y esa defensa de su honor llega a convertirse en una obsesión
enfermiza. D’Hubert también es un hombre de honor, pero honor entendido
de una manera mas racional y reflexiva, es un choque entre dos distintos modos
de entender la vida.
Ambos son Húsares,
orgullosos de pertenecer a este cuerpo de caballería, caracterizado por el
honor y valentia de sus componentes, por ello es tan importante para ambos demostrar
que son auténticos caballeros, y ocultar sus dudas y sus miedos (que en Feraud
parecen ausentes, mientras que en D’Hubert son patentes). Imposible negarse a pelear o batirse en retirada, ambos
aceptan un compromiso de honor que acabó por convertirse en una relación de
odio pero a la vez de respeto y de
admiración del uno al otro, como se muestra en la escena magnífica de la
campaña de Rusia dónde unen sus fuerzas con una causa común contra los
terribles Cosacos, en medio de un paisaje de desolación que muestra el derrumbe del imperio francés.
“¡Oid! Este bosque apesta
a cosacos, quiero voluntarios, ¡oid! “ Grita Feraud en una de las mejores
escenas de la película.
La manera como se muestra la aventura de Napoléon en Rusia
es simplemente genial, con soldados congelados y con quemaduras en la cara que
parecen realmente auténticas en un gran trabajo de maquillaje. Sin duda esta escena es una joya estética plena de drama y
de realismo.
Podemos considerar esta película como una metáfora de las
Guerras Napoleónicas, donde Napoléon es
Feraud y D’Hubert es Europa. La escena final es de una brillantez sublime, con Harvey
Keitel convertido en un verdadero Napoléon que escudriña el horizonte, está
devastado e impotente, es un hombre de honor atrapado en un cuerpo donde el
honor murió. Es una escena totalmente
inolvidable, su rostro ajado es un icono del cine de época de los años setenta.
Detalles técnicos:
La fotografía, el
escenario natural y la banda sonora son inigualables en esta escena, una escena
vista por muchos como una de las mejores de la filmografía de Ridley Scott. A lo largo de toda la película la unión de la música y la
fotografía es sugestiva y permite introducir al espectador en la atmósfera de
Europa napoleónica en los principios del siglo XIX.
La banda sonora de Howard Blake, es de gran belleza y
tremendamente acertada en todo momento. Consta de piezas militares, toque de
tambor y las marchas imperiales, las
piezas sinfónicas también están presentes, una melodía principal es repetida en
varios momentos, teniendo como base un sonido de flauta que ayuda a crear una
atmósfera intima y melancólica.
La película es de pequeño presupuesto, pero un punto
fundamental de la inversión fue en el diseño de trajes, los uniformes son unas
copias exactas de los uniformes auténticos de la época, incluso se observa la
evolución de los mismos en el paso de los años en la narración, esa rigurosidad
al detalle es de agradecer en films de época como éste. Incluso los cortes de
pelo evolucionan, desde las típicas y llamativas trenzas de los Húsares en 1800 hasta peinados
mas convencionales y sobrios en la Europa de 1815. Hasta los combates son
completamente realistas, hubo un gran trabajo de entrenamiento en esgrima con
profesionales, en sable y florete y en disparo con armas de época, para que
todo resultara lo mas autentico posible.
“Te declaro muerto, haz el favor de comportarte como uno
frente a mí”: esta es la sentencia a muerte de Feraud, D’Hubert ha ganado. Feraud termina siendo prisionero de su propio
honor, sin futuro, es una vida pararela a la de su idolatrado Napoleón.
Si no se hubiera estrenado “Barry Lyndon” dos años antes,
“Los Duelistas” se consideraria hoy en día una obra maestra.
ANTONIO JAVIER REGIDOR PUERTO
1 comentario:
El final es cojonudo,...según las reglas de combate tu vida me pertenece, desde este momento te declaro muerto.....
Miki, salu2.
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