Hace unas semanas aterrizó en nuestras carteleras una obra que, en los tiempos que corren, es algo más que arriesgada. Porque convencer a un productor que ponga dinero para una película muda y en blanco y negro, me parece de ciencia ficción. Y si encima el tema que trata es el cine dentro del cine, el paso del mudo al sonoro, el tipo debe ser un marciano o se acaba de escapar del frenopático . Por eso, todo mi respeto al director por obstinarse en sacar adelante un proyecto en las antípodas del cine actual. Pero ahí queda la cosa. The Artist se me antoja larga y soporífera, con subtramas mal definidas y un argumento excesivamente manoseado.
George Valentin (Jean Dujardin) es una estrella , con bigote a lo Errol Flynn, del cine mudo, que un día se encandila de una joven extra (Bérénice Bejo). Valentin se niega a adaptarse a los nuevos tiempos que corren y se queda fuera del juego de Hollywood . George se encierra en una espiral de autocompasión y bebida, hasta que es redimido por la joven extra, Peppy Miller, ahora convertida en una estrella del cine sonoro. Bueno, éste es un resumen bastante sintético y simplón de la película pero es con lo que me quedé. Hazanavicius puede jurar y perjurar que durante la preparación de la obra , visionó todas las película mudas que pudo y leyó todas las biografías que cayeron en sus manos. Le creo. Sin embargo The Artist sólo me recuerda a dos grandes obras maestras, que por cierto de mudas nada, como son Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, 1952 ) o El crepúsculo de los dioses ( Billy Wilder, 1950). La primera , Donen retrata lo traumático que fue para algunos actores , el paso al cine sonoro. Es más, recuerdo una secuencia en la que se dice una frase, “ las películas habladas no tendrán futuro “ , que vuelve a mi cabeza como un relámpago, sentado en una incómoda minisala palomitera. ¿Qué hay de innovador en todo esto?. En la segunda, Wilder, además de anticiparnos a un Hollywood marcado por las leyes de mercado y el manierismo , que dejaba de lado a las criaturas que tanto adoró, dinero les ofreció y luego escupió, convirtiéndolas en animales enfermos, dinosaurios postrados , lamiéndose la cola ante un cataclismo inevitable. Pero en The Artist poco aparece ésto, porque está más interesado en un final optimista y poco verosímil, en el que todo se reduzca a bailar claqué , homenaje, supongo, a otros grandes olvidados: Ginger Rogers y Fred Astaire.
El que ni conozca las películas de Donen o Wilder ni Y el mundo marcha (King Vidor. 1928), de la que The Artist también es deudora, y ésta sí que es muda, pasará un rato agradable o incluso se le antojará una joya. Sin embargo la película de Hazanavicius es una continua repetición de unos temas, tales como la falsedad del sueño americano, la crueldad de Hollywood, la bajada a los infiernos y posterior redención , más que masticados, y creo que con mejor solvencia, por una lista interminable de películas anteriores a ésta. Empero me sorprende, muy gratamente, que se situara en el Top 20 de recaudación y que se coloque como gran favorita para los Oscar .Bueno, no por méritos propios, más bien porque se cruzó en su camino un extraño mecenas , un tal Harvey Weinstein. Por lo visto un tipo que si se empeña, puede que The Artist sea una de las grandes triunfadoras en la próxima Ceremonia de los Oscar. Por último, más curioso resulta que ninguna película francesa haya ganado el Oscar a la mejor película, si en cambio a la mejor película extranjera . Sólo nos queda esperar qué ocurre.
No encontramos planos memorables ni una realización digna para recordar, exceptuando uno genial: aquel en que Peppy Miller abraza el frac colgado en un perchero de Valentin . La elección de Dujardin, aunque resulte solvente su, mera imitación , de las formas y tics de los actores del cine mudo,y su físico, demasiado actual, me resulta inadecuado para la época que se pretende abordar. Bérénice Bejo, la coprotagonista, en cambio resulta bastante creíble su recreación de la futura estrella del sonoro. John Goodman, que interpreta al bonachón productor, resulta una mera comparsa burlesca . Y Malcolm McDowel, que se ha convertido en una mala caricatura de si mismo, aparece, a modo de cameo y no sé sabe muy bien para qué, en una secuencia.
The Artist es una apuesta aparentemente arriesgada, con grandes pretensiones, y valientes teniendo en cuenta la situación del cine occidental, pero no termina de conseguir las metas que a priori se había marcado. Una obra, que así que pasen un par de años, el tiempo la ajustará en su debido lugar: el olvido. Lo que no entiendo esa pretensión por vender un producto como la obra definitiva, fresca y transgresora, adjetivos que cada dos meses cuelgan a cualquier largometraje. No creo que esta película se ajuste a estas definiciones.
JUAN AVELLÁN
JUAN AVELLÁN
2 comentarios:
Coincido en que el tema que trata la película está más que trillado y, desde ese punto de vista, la pelicula nada nuevo ofrece. Además, el guión tiene, como bien apuntas, alguna que otra laguna.
Pero el propio homenaje al cine que subyace en cada inmejorable plano basta para salir del cine con una más que amplia sonrisa. Me convenció.
q interesante info
saludos..
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