Wittgenstein (1.993) es una joya de la filmografía del director británico Derek Jarman. Ya mostró su característico estilo con su anterior, y no menos excelente, Caravaggio (1.986). En ambos filmes la forma de abordar al biografiado es semejante. Jarman se acerca a Wittgenstein de una manera insólita, inusual, característica, quizá algo extravagante pero sobretodo efectiva. Porque consigue entrar en el personaje desde su propio interior, desde su mundo personal, desde su mente, y desde allí, lo explota hacia el exterior mediante el uso de una variada gama de recursos estilísticos a los que estamos poco acostumbrados pero con los que al final nos hace respirar las atmósferas de Ludwig Wittgenstein. Mediante un juego de metáforas Derek Jarman establece una identidad entre el niño y el adulto Wittgenstein, mediante el uso idóneo de la metonimia nos revela los distintos aspectos que conforman su personalidad caleidoscópica y embaucadora; y mediante el uso de la alegoría nos describe su universo afectivo, su quehacer cotidiano y el abanico de estrafalarias posiciones filosóficas que abandera en contra del sentir de su círculo cultural, como aquella en la que manifiesta que no ha leído a Aristóteles, ni a Hegel porque no tienen nada que contar. Y todo este juego de recursos estilísticos se ponen al servicio de una técnica de montaje atípica y eficiente con la que logra penetrar en su mente intuitiva, temperamental, insobornable, extravagante y terriblemente inteligente. Gracias a ello la cinta no pasa inadvertida como tampoco se decanta en las soporíferas aguas de la simpleza más tonta. Antes al contrario Derek Jarman rueda una película sui géneris, y enormemente sugestiva más que por el fondo mismo, por la forma en que se narra la historia. Hay que considerar además que uno de los problemas a los que se enfrentan los directores cuando se deciden a filmar una biografía de un personaje renombrado del mundo de las ciencias o como en este caso de la filosofía, es el de salvar la distancia existente entre la jerga propia de un área específica de conocimiento y el habla de uso cotidiano. Derek Jarman sale airoso del embate, resuelve bien, y nos deleita con una cinta de marcado intimismo, soberana en estilo, redonda, y conforme consigo misma.
ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS
6 comentarios:
Esta película me pareció un truño considerable.
Bueno es ¡dirente! a lo que se suele ver, tiene su "toque" especial... pero requiere una lectura de los planos simbólicos, alegóricos y metonímicos. La decodificación formal funciona muy bien con la decodificación de los abstrusos aforismos de Wittgenstein.
Desde luego que tiene un "toque especial", ese toque caracteristico que poseen los autenticos TRUÑACOS, jejejeje
La vi una vez, la llevó el profesor a clase. Hay que verla de nuevo, era muy rara, teatral y con fuerte contenido simbólico referente a la filosofía del colega Wittgenstein (lo digo por lo de la ingeniería). Es una de esas películas difíciles...
Yo tengo en mi casa el Tractatus y la verdad es que hay proposiciones que no hay por donde cogerlas, así como son, llenas de lógica matemática. Otras se entienden mejor. En la película se dice que Bertrand Russel cuando hizo el prólogo no había entendido nada.
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