Ocho apellidos vascos ya es la película española más vista en nuestro país,
y la segunda más taquillera de la historia de nuestra cartelera, superada tan
sólo por Avatar. Ya ha sobrepasado en recaudación a Titanic y Lo
Imposible, y ha sabido imponerse al estreno de blockbusters del tamaño de The amazing Spider-man 2: El poder de
Electro o Pompeya. Además, ha logrado colarse en el top ten de la taquilla mundial.
Estamos, qué duda cabe, ante el mayor fenómeno
cinematográfico del año en nuestro país. Emilio
Martínez-Lázaro y su equipo han acertado en el centro de la diana conquistando
a media España con esta comedia protagonizada por Clara Lago y Dani Rovira.
Pero, ¿qué nos cuenta Ocho apellidos
vascos para haber amasado tal fortuna? ¿Cuál es la clave de su éxito?
Lo que vemos en el film de Martínez-Lázaro parece no tener
nada de especial, ya que su esquema, de una forma u otra, lo hemos visto miles
de veces en el cine y la televisión. Se trata de una comedia de situación del tipo chico-conoce-chica
y quiere conquistarla, donde ambos deben actuar, además, delante del padre de
ella para que no se descubra cierta verdad que no desvelaremos. Las situaciones
que surgen a partir de ahí, para desconcierto sobre todo de dicho padre (un
impagable Karra Elejalde), consiguen
que la risa esté asegurada.
Lo que hace especial, sin embargo, esta película (y es sin
duda la clave de su éxito) es la forma
que tiene de acercarse y reírse de esos prejuicios tan irracionales y al mismo
tiempo tan nacionales y nuestros que llevamos tan idiosincrásicamente en
nuestras entrañas. Esos mismos que hacen que un madrileño no pueda ni ver a un
catalán, ni un (en este caso) andaluz a un vasco, y viceversa. El guión de Ocho apellidos vascos (de Borja Cobeaga y Diego San José) no se queda por tanto en el mero terreno de la
comedia romántica al uso, sino que arriesga en su propuesta de hacer al mismo
tiempo una sincera, autocrítica y divertida mirada a los prejuicios de nuestro país y conseguir que
todos nos riamos de nosotros mismos. Y decimos todos,
porque si existe alguna persona andaluza o vasca que se haya podido sentir
ofendida, es porque no ha entendido la propuesta. Palabra de andaluz.
La fórmula de Ocho
apellidos vascos funciona a la perfección porque respeta y utiliza con acierto las reglas básicas
de toda comedia romántica. Una de las lecciones fundamentales que nos ha
dado el género desde tiempos de Billy
Wilder es que el ritmo no debe decaer nunca. Lo cumple sobradamente. Además,
el conjunto de los actores están brillantes en todas y cada una de las secuencias,
en función de la acción, del primero al último. Poseen una química
extraordinaria y transmiten gancho y frescura (gran descubrimiento el de Dani Rovira y
espléndida actuación de Clara Lago, pese a que el acento vasco que merece su
personaje brille por su ausencia). Por su parte los chistes están
religiosamente medidos y dejan incluso algún tiempo para que el público ría, hasta
que aparezca el siguiente. Su guión, milimétricamente construido, aporta
tanto buenos diálogos como esperpénticas situaciones. Por otro lado, utiliza con gran acierto
una de las bazas de toda comedia que se precie: introducir al personaje principal
en un mundo que le es ajeno y extraño a la vez, sacando todo el provecho
posible de la situación. Y, por supuesto, sabe emplear el tópico: “Los polos
opuestos se atraen”, con acierto.
Como si de un edificio se tratara, todo en esta comedia sabe
estar en su justo lugar, para que no se venga abajo. Algunas cosas se hubieran
podido hacer mejor, como por ejemplo su previsible final, típico de este tipo
de comedias. Pero al final el esquema prototípico es el que manda. Matices
al margen, el gran logro de Martínez-Lázaro ha sido conseguir una brillante
cinta a través de una fórmula que hace años hubiera sido una quimera y nadie se hubiera atrevido a hacer: satirizar sabiamente el
tan delicado y espinoso tema de ETA. Consecuencia, por otra parte, de que las
cosas en España han cambiado a mejor.
Ante el éxito, el equipo ya trabaja en la segunda parte. Su
título: Nueve apellidos catalanes. ¿Conseguirán igualar o superar el
fenómeno? En su debido momento lo averiguaremos.
EDUARDO M. MUÑOZ
1 comentario:
Muy buena crítica. Un placer leerte!
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