Abril del año 2000, Cochabamba (Bolivia), donde se produce la conocida guerra del agua. Un pueblo se echa a las calles contra una empresa americana para evitar la privatización del agua. Un pueblo contra el capitalismo. Icíar Bolláin y Paul Laverty (guionista habitual de Ken Loach) labran en las entrañas de este contexto la historia de Sebastián (Gael García Bernal) y Costa (Luis Tosar), director y productor respectivamente de una producción hispano-americana que va a ser rodada en tierras bolivianas. Dicha producción cuenta otro hecho verídico, el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, es decir, el imperialismo contra un pueblo.
Enlazando dos historias verídicas de 500 años de diferencia y teniendo como nexo de unión el loco mundo del cine, entramos en lo que más le gusta a Icíar Bollaín: el cine social. Es donde más se siente cómoda, pero esta vez va mas allá. En una perfecta unión de géneros, cine histórico incluido y el ya mencionado cine dentro del cine, y con una planificación inteligente y a mi entender difícil de llevar, enlaza las dos historias para contarnos que a pesar de estos años transcurridos los pueblos indígenas o autóctonos siguen luchando contra la barbarie del dinero. Desde el primer plano hasta el último notamos que hay progresión paralela y lineal que no deja respiro. Con esta premisa Luis Tosar crece en humanidad y gracias a su personaje nos adentra en un pueblo oprimido en lucha continua contra el capitalismo. Esta lucha produce una tensión dramática que te deja plano a plano sorprendido como si del mejor cine de acción se tratase.
Planificación aparte debemos poner especial atención a la tensión que producen los diálogos entre los personajes principales. En concreto en el segundo acto y en especial en todos aquellos en que participa Luis Tosar, el cual lleva la batuta de todas las secuencias importantes del film. También especial atención del personaje de Karra Elejaldre que interpreta a un actor borracho y que al final es uno de los valientes y da cordura a pesar de su embriaguez a la lucha del pueblo, interpreta a Cristóbal Colón. En definitiva los dos llevan el peso de la película. García Bernal se queda atrás al igual que su personaje, una pena.
La puesta en escena es digna de una aclamada crítica y está sustentada por una fotografía que maneja dos claros tonos, el de la selva y el de la ciudad. Todo ello engarzado con el aura de nuestro mejor compositor, Alberto Iglesias, completan una ficha tanto técnica como artística de indudable carisma. Muy buena película.
CARLITOS WAY
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