miércoles, 13 de febrero de 2013

Crítica de 'HITCHCOCK' (2012) de Sacha Gervasi



Cuando Bernardo Bertolucci decidió hacer El último tango en París, llevó a Marlon Brando a ver una exposición de Francis Bacon en El Grand Palais para que se imbuyera del espíritu del pintor, asimilara sus personajes y actuara como ellos. Quería que Paul (Brando) fuera como Lucien Freud y los restantes personajes que aparecían obsesivamente en los cuadros de Bacon. Y lo consiguió. Es posible que Sacha Gervasi haya visto todas las películas de Hitchcock para intentar captar  la esencia del cineasta pero, al contrario que Brandon, no lo ha conseguido.

La película está llena de tópicos y lugares comunes. La sutileza en la mostración de imágenes y la agilidad en la narración han sido devoradas por esa costumbre posmodernista de estirar lo evidente, como si la comunicación o el mensaje se dirigieran a un niño pequeño al que siempre llevamos cogido de la mano. Todo es tan previsible como en esas películas de terror de serie «B» en las que sabemos que cuando hay una escena de sexo, el malo va a aparecer.


El cine de Hitchcock es como la música de Brahms y la prosa de Ortega, armoniosamente rítmico pero con continuos sobresaltos. Uno se sitúa frente a la pantalla y sus ojos permanecen siempre abiertos y expectantes, excepto en momentos puntuales en los que las pupilas aún se dilatan más, como si fueran luna llena. Eso es Hitchcock: puro ritmo y fascinante atracción. 


Los actores elegidos para este fragmentario biopic son buenos, quizá demasiado. No desaparece nunca la idea de que estamos frente a Anthony Hopkins, Jessica Biel y Scarlett Johansson. Por ningún lado encontramos a Alfred Hitchcock, Vera Miles y Janet Leigh.

Anthony Hopkins ha silenciado ya a muchos corderos (aunque ahora parece que se los ha comido) para que nos creamos que también dirigía películas. Scarlett Johansson es demasiado sensual para hacernos creíble que puede ser una mujer despechada por su vulgar novio. No es una mujer, tampoco, que necesite robar, si acaso robarán por ella. Y Jessica Biel tiene una presencia como impostada. Es verdad que cuando rodaron Psicosis, las relaciones entre Alfred (perdón por el tuteo) y ella no eran las mejores (lo había dejado «tirado» en Vértigo; por cierto, para deleite nuestro. Fue la actriz de angulosos ojos de gata la que ocupó su lugar, sí la Novak), pero hay algo de forzado y no creíble en su puesta en escena.
En cuanto a Helen Mirren... Bien. Sobria y ajustada al papel. Aunque nos hemos llevado una pequeña desilusión. Después de verla en The Queen  y, sobre todo, en la sugerente La primavera romana de la Sra. Stone, no creíamos que pudiera envejecer. Pensábamos que había hecho un pacto con el Diablo, pero o bien Fausto o bien Mefistóteles no han cumplido su parte del trato. Lástima. 


El guión está basado en el libro de Stephen Rebello Alfred Hitchcock and the making of Psycho, pero casi todo lo que se cuenta parece sacado del clásico Alfred Hitchcock, una vida de luces y sombras de Patrick McGilligan. ¿O será al revés?

Lo único que ha conseguido la película, que no es poco, es humanizar a Norman Bates. Ya no nos parece tan psicópata. Esperemos que gracias a esto no aparezca de nuevo en esas noches de frío invierno y gélido sueño. Bueno, también que Scarlett Johansson haya bajado a la categoría de humana, dejando su rol de diosa en la que la colocó Woody Allen en Match Point. Los planos generales cortos y el uso de la cámara, en algunas escenas, de abajo hacia arriba han ayudado bastante.

Siento haber debutado en esta sección con la pluma afilada, igual que era la música de Bernard Hermann para la propia Psicosis, pero Gervasi no me ha dejado otra opción. La pluma edulcorada y bondadosa, la que moldeó José Luis Garci con ese extraordinario programa que era «¡Qué grande es el cine!», la utilizaré, espero, en otra ocasión.

Decía Groucho Marx en El hotel de los líos: «Nunca olvido una cara, pero con usted voy a hacer una excepción». Quizá esta sería la frase que utilizaría Hitchcock al referirse a esta obra, si volviera a hablar con Truffaut, cambiando «cara» por «película».

Perdonen el atrevimiento, pero les voy a hacer una recomendación: olvídense de Hitchcock y vuelvan a ver Psicosis. Solo por el sorprendente MacGuffin (parte de la película que parece la principal –cuando Marion Crane roba el dinero- y después comprobamos que es secundaria), ya merece la pena. 

Posdata: Ah, por cierto, recuerden que si la vuelven a ver, es posible que el ínclito Bates nos vuelva a visitar en las zozobrantes noches. Es el precio que hay que pagar por la autenticidad: siempre deja huella. 

JOSÉ MANUEL CAMPILLO
Artículo publicado en el periódico digital “MiCiudadReal

2 comentarios:

manipulador de alimentos dijo...

Una buena historia, bien contada, con un Hitchcock amable que muestra ante la pantalla todas sus neuras y debilidades de la mano de Alma, su comprensiva esposa. Buenas interpretaciones para una película que hace pasar un buen rato. Un saludo!

Eduardo Munoz Barrionuevo dijo...

Totalmente de acuerdo.'Hitchcock' es un notable ejercicio cinematografico, una entretenida delicia. Me encantó.