Del mismo modo que hay personas a las que te gustaría trasladar tus bártulos y quedarte a vivir en su piel, existen películas que desearías que formasen parte de tu vida, vamos, vivir allí. Para el que suscribe esto, The Wild Bunch es una de ellas. Peckinpah cuando abordó el proyecto en 1969 era un director maltratado por Hollywood. Conocidas son las carnicerías de montaje a las que fueron sometidas sus obras, por poner un ejemplo. Además su personalidad, un tanto pendenciera y su afición al whisky, le llevó a ganarse el apelativo de “director problemático”. El género western por esos años se encontraba de capa caída, los gustos de la audiencia habían cambiado y lejos quedaban los buenos tiempos para las obras sobre el Oeste americano. Entonces ¿qué tiene de emocionante, de obra completa, tanto como para desear vivir en ella, The Wild Bunch?. Vayamos por partes.
La realización encierra algunos de los grandes planos de la historia del cine, aunque se nos puedan antojar anticuados y forzados (el uso del stop motion sobretodo en las escenas de combate), abrieron las puertas al cine moderno. La planificación está calibrada al milímetro, rica en recursos, que ofrece un ritmo intrépido en las secuencias que lo requieren, el duelo a tiros con que empieza la película, el robo de las armas para Mapache a un tren repleto de militares y, cómo no, la paroxísmica y sanguínea escena final (con un tempo endiablado de principio a fin) por citar las más importantes. El uso de los tiempos muertos dentro del caos de la matanza es todo un acierto, por su forma de dejar al espectador perplejo y conducirle a la inevitable pregunta interna de y ahora qué. La música de Jerry Fielding, que baña cada plano y secuencia, acentúa lo que no podría haber sido rodado mejor y de otra manera.
La película comienza con unos niños lanzando a un hormiguero un escorpión, como metáfora y antecedente de lo que va a ocurrir según avanzan los minutos. Un grupo de forajidos con William Holden y Ernest Borgine a la cabeza, intenta dar su último gran golpe. Robert Ryan, viejo compañero de Holden en el grupo espera, con un conjunto de desarrapados caza recompensas asalariados del ferrocarril, la llegada del grupo salvaje. Y es aquí donde encontramos el arquetipo de personaje que tanto interesaba a Peckinpah: el perdedor. Porque en la secuencia del atraco al banco, ni los caza recompensas consiguen su cometido ni el grupo de bandidos el suyo. El grupo de forajidos funciona con su propio código moral, inquebrantable, que les llevará a enfrentarse, en la última y brillante secuencia de la película, a todo un ejército de mejicanos. El reparto no puede ser mejor, destaca el oficio de Holden, la gran presencia de Bogrnine, apoyados por veteranos secundarios como Warren Oates, Edmond O´Brien o Ben Johnson, la mirada melancólica de Ryan (en el grupo que le acompaña hay una pareja que refleja aquello de la homosexualidad en un género tan masculino) y Emilio Fernández como el borracho y drogado Coronel Mapache. La complicidad en las miradas entre los actores en las escenas de acción retratan la complejidad de ese grupo sanguinario, fuera de lugar en un Oeste que, quisieran o no, sucumbía a la modernidad y ellos ya no tenían cabida. Son memorables los diálogos que mantienen los personajes cuando descubren por primera vez un automóvil.
El guión firmado por Peckinpah y Walon Green está plagado de frases contundentes que constatan las pulsiones de los personajes. Diálogos tan bien construidos que murieron con un género, que no volvió al ser el mismo desde la renovación que supuso Sergio Leone y Peckinpah (esta película debe mucho a Leone aunque el propio Peckinpah afirmara que no manejaba ningún tipo de influencias y pareciera sólo interesarle lo que el mismo dirigiera). Tan reacio a grandes parlamentos y planteamientos existenciales, que parecen gustar tanto ahora. La palabra justa en el justo momento y cuando la imagen, el encuadre, es más poderoso y arrollador no hace falta una frase más; “ Let´s go” “Why not”.
JUAN AVELLÁN
4 comentarios:
Juan, siempre formaste parte de este proyecto y es un lujo que comiences con esta fabulosa reflexion sobre Grupo salvaje. Con una sóla critica es como si hubieras estado desde el principio con nosotros (ya sé que aceptaste desde el principio y que sólo ahora es cuando has podido, nunca es tarde si la dicha es buena). Bienvenido a la categoria de los escribientes de Lo que Coppola quiera.
Excelente elección, cuántas veces habremos hablado de Peckinpah con una copa en la mano... Let's go.
EDU
Me ha gustado mucho Juan. Un saludo. Antonio.
Este director , muy polemico por ser una persona que concibe el cine desde otro punto de vista , en cuanto a montaje cinematografico ,muy deudor del montaje sovietico , creo que intento dar un ritmo externo muy particular al cine , junto con el" stop motion"; intento crear una forma efectista en contraposicion a la de Sergio leone,mas poetica, para retomar un genero olvidado y que fue el germen del cine americano.En mi opinion hasta que llego su hora(1970)es una pelicula mas acertada para retomar ese germen.Me gusta tu critica Juan
"Hasta que llegó su hora" es de 1968.
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