Podrá gustar más o menos dentro del público aficionado al cine y del mismo modo podrá tener detractores incondicionales, pero al margen de calificaciones puramente subjetivas, lo cierto es que el cineasta indio M. Night Shyamalan es un gran creador de historias y de atmósferas utilizando recursos puramente cinematográficos basados en estructuras clásicas.
Señales es mucho más que una película sobre visitantes de otro planeta que vienen a invadirnos. Es también un film, ante todo, sobre las segundas oportunidades de la vida, sobre el destino, la fe, y la falta de fe. Todo ello de trasfondo en un mundo dominado por alienígenas, que no vemos en su totalidad hasta el final pero que los tenemos presentes aterrorizándonos a lo largo de todo el metraje, táctica similar a la de Spielberg en Tiburón (1975). La trama gira en torno a una familia de cuatro miembros: Graham Hess (Mel Gibson), su hermano Merrill (Joaquin Phoenix) y los hijos de aquél. Mel Gibson interpreta a un antiguo pastor protestante que ha perdido la fe tras la terrible muerte de su esposa.
La mezcla de ingredientes es prodigiosa por parte de Shyamalan. Éste tiene presente en todo momento películas clásicas de terror, sobre todo dos: La noche de los muertos vivientes (1968, George A. Romero) y Los pájaros (1963, Alfred Hitchcock). Los cuatro protagonistas, atrapados y acechados en su propia casa por los invasores que desean penetrar en ella, sin más recursos que el del sonido, la oscuridad (creada gracias a la fotografía de Tak Fujimoto), la música de James Newton Howard, y las puertas y ventanas resquebrajándose, son un homenaje evidente a esos dos clásicos de los años sesenta. Dichos elementos fusionados junto con La guerra de los mundos (1953, Byron Haskin), el otro gran y principal referente del film, sin olvidar el sello metafísico, marca de la casa que acompaña a todas las películas de Shyamalan, construyen la mejor cinta de su director hasta la fecha.
Shyamalan consigue un film sencillo pero cautivador, personal, logrando cotas de terror como pocas veces se han conseguido sin recurrir a los efectos especiales, que convierten a este cineasta en un referente del género. Señales es de esas películas que no se pueden ver con la luz apagada. Su director conoce al detalle los elementos de dicho género y sabe cómo hacernos temblar en el momento que él quiere, manejando al espectador a su antojo.
Pero además del terror y la ciencia ficción, Shyamalan sabe añadir un elemento más que será el verdadero substrato de la trama, el verdadero meollo de la cuestión. Toda la cuestión de la invasión alienígena, por otro lado tantas veces contado en el cine, es en realidad la excusa, en cierto modo el macguffin que diría Hitchcock, de un drama familiar en el que el cabeza de familia, Graham Hess (Mel Gibson), es un hombre destrozado que no quiere ni que le recuerden su pasado de sacerdote. Sufre una crisis de valores y no acepta que le hablen sobre lo que ya no cree. “No voy a perder ni un minuto más de mi vida rezando”, dice en una secuencia de gran tensión, mientras que los cuatro miembros de la familia están cenando.
A este respecto, el personaje de Mel Gibson realiza una disección de los que, a su juicio, son los dos grupos de personas que existen en el mundo, fundamental para el mensaje que Shyamalan quiere transmitirnos. Por un lado, están los que creen que existen los milagros y las coincidencias y que hay alguien que les está cuidando. Y por otro los que creen en el puro azar y que están solos en el mundo, y las posibilidades positivas y negativas son 50-50. Graham Hess pertenecía en el pasado al primero, pero las circunstancias de su vida han hecho que pertenezca al segundo y que ya no crea en las señales que supuestamente Dios nos envía. La estructura de la película es circular, empieza con su personaje y termina con él, ya que en el fondo en su drama interior reside la moraleja y la visión del mundo que nos propone M. Night Shyamalan dentro del contexto de ciencia ficción.
Por tanto nos encontramos en un grato lugar donde se aúnan de forma magistral el terror, la ciencia ficción y la historia de un hombre que ha perdido la fe en Dios. Elementos dispares, heterogéneos en su conjunto, que tan sólo un cineasta de talento puede reunir sin que del resultado salga algo caótico y sin sentido. Tal empresa no está en manos de cualquiera, pero este cineasta admirador de Spielberg y de Hitchcock aprueba y no por los pelos. Aprueba con notable alto.
Para terminar, recordaré mi secuencia favorita de la cinta. Aquélla en la que el personaje de Joaquin Phoenix mira la televisión donde están retransmitiendo una fiesta de cumpleaños infantil y de repente, de la nada, aparece una figura erguida, verde, sin definir y absolutamente aterradora. Y mientras tanto un servidor se retuerce de gusto en la butaca.
EDUARDO M. MUÑOZ
EDUARDO M. MUÑOZ
1 comentario:
me encanta esta pelicula y coincido contigo en el mejor momento(al menos para mi). todavia recuerdo como si fuera ayer cuando la vi por primera vez.
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