viernes, 17 de junio de 2011

VAMPYR, LA BRUJA VAMPIRO (VAMPYR, DER TRAUM DES ALLAN GREY, 1932) de Carl Theodor Dreyer


El fracaso rotundo que supuso en la carrera cinematográfica de Dreyer la película que nos ocupa hoy, Vampyr: Der Traum des Allan Grey, hizo que abandonara el cine durante doce años. Irónicamente, esta película que no gustó a casi nadie en su día, ni a crítica ni a público, hoy la vemos con los ojos con los que se observa y admira una obra de arte, susceptible de exhibirse en cualquier museo del buen gusto.

Vampyr es una película adelantada a su tiempo, de ahí que no convenciera en el año 1932, cuando el cine tenía aún muy poca historia detrás y los géneros empezaban a gestarse y tomar forma poco a poco. En este contexto un genio como Dreyer tiene mucho que decir. Tomando elementos dispares entre sí, como bien pudieran ser lo onírico, lo simbólico, el surrealismo, el folclore y el terror, construye una cinta inclasificable, inquietante, que está más allá del tiempo, más allá de cualquier época.

Dichos elementos producen una explosión de imágenes que hacen de la experiencia cinematográfica un milagro, como aquél que sucedía en Ordet, La palabra (1955). Dreyer, conocedor sin límites del lenguaje fílmico, lo utiliza a su antojo y realiza una auténtica virguería de película. El género de la misma es terror, pero un terror con una atmósfera entre lo surrealista y lo paranoico que en ocasiones parece más bien extraída de Un perro andaluz (1929, Luis Buñuel, Salvador Dalí) que de Nosferatu (1922, F. W. Murnau).



Dreyer demuestra una modernidad absoluta también en la forma de emplazar la cámara, con unos planos magistrales y novedosos para la época, donde aquélla entra y sale de las habitaciones en un uso que hoy día atribuiríamos sin más a una Steadycam, pero que sabiendo que el film es del año 1932 es para quedarse literalmente acojonado.

La influencia del expresionismo alemán es notable y palpable sobre todo en el uso de las sombras, que siempre prevalecen en el film, y recuerdan sobremanera a la mencionada (y obra maestra) Nosferatu (1922), precedente directo de Vampyr y, junto a ésta, una de las primeras cintas de terror de la historia del cine. El resto de elementos que utiliza para el ambiente de terror son básicamente objetos cargados de simbolismo, de filosofía oculta, como una calavera, una veleta siniestra, una guadaña y objetos extraños propios de la brujería, logrando crear con ellos un efecto sublime.






La forma de transmitir la historia es extraña y sorprende, también, para la época. La película no posee una linealidad expresa y coherente, sino que experimentamos, junto con el protagonista (Allan Gray), la duda de si lo que estamos viendo es real o no. En la mayoría de secuencias rodadas en exteriores, los planos están dotados de una especie de neblina que refuerza dicho efecto, como si fuera un sueño. El culmen de esta técnica de la ambigüedad reside hacia el final de Vampyr, en la célebre secuencia del sueño, en la que Allan Gray ve su propia muerte y el espectador comparte con él mediante brillantes planos subjetivos emplazados dentro de un ataud tan angustiosos momentos.

La premisa es simple y parte de elementos literarios clásicos sobre el vampirismo, como por ejemplo Drácula de Bram Stoker. En Vampyr, un misterioso caso de enfermedad parece deducir que un vampiro está atacando en la región. Hasta aquí, todo como siempre. Pero es el trato, como hemos indicado, lo que convierte a este film en algo único, diferente y personal, tan íntimo y original hasta en la figura de la bruja vampiro. Todo ello en una película a medio camino entre el cine mudo y el sonoro, donde se dicen pocas palabras pero se entiende absolutamente todo gracias al excelente uso del lenguaje cinematográfico. Carl Theodor Dreyer nos legó dentro de su corta filmografía una verdadera maravilla, quizás no de tanto calibre como La pasión de Juana de Arco (1928) y Ordet, La palabra (1955), pero sin duda una obra de obligada visión que necesita y reclama la justicia que irrazonablemente se le negó en su época.

EDUARDO M. MUÑOZ

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente crítica. Anto.

E. Muñoz dijo...

Vaya, muchas gracias hombre. Se nota que eres mi amigo jejeje.