Como homenaje en año de estreno a la obra cumbre de la ciencia ficción 2001: Una odisea del espacio (1968), en contenidos, forma de creación y al gran cineasta Stanley Kubrick, Steven Spielberg estrenó hace una década A.I (Inteligencia Artificial).
La película está basada en diferentes relatos cortos, Brian W. Aldiss entre otros -Los superjuguetes duran todo el verano y Pinocchio-. Kubrick y Aldiss dieron forma a lo que sería el guión en base al relato pero éste quedó estancado y Kubrick se puso en contacto con su colega Arthur C. Clarke e Ian Watson, experto en robótica, para dar otro toque al guión. Y ahí quedó la cosa, y el mando lo tomó Spielberg transcurridos los años y sobre todo por el fallecimiento de Kubrick.
En el mundo del cine suelen aparecer seres que por una circunstancia o por otra logran quedarse en nuestra retina por su incontestable don de revelarse ante su creador, como lo fueron el monstruo de Frankenstein y la máquina HAL 9000; y por su capacidad por conseguir un sueño, como lo hace el protagonista David, interpretado por un genial Halley Joel Osment que por ese momento estaba en estado de gracia interpretativo, un Meca creado y programado para suplir la falta de un ser querido y dotado de sentimientos que poco a poco van tomando forma y conciencia cuando se le activa el protocolo para ir mucho más allá, a un mundo de sueños, fantasía y pesadillas perpetradas por la raza humana.
En el fondo marino, en el interior de un vehículo junto a su osito Teddy, se ha encontrado a David "El Centinela" que es el último vestigio de la humanidad. Sí, el Meca cuyo abandono por su madre y evolución le lleva a emprender un viaje, como lo hiciera Dave Bowman en su nave espacial en la película de Kubrick, para encontrar a su Hada azul y que le convierta en un niño de verdad para poder ser amado por su madre adoptiva. David, a modo de Centinela es un homenaje a dicho relato de Athur C. Clarke y a Kubrick, es la huella fehaciente de lo que fue el hombre. David es el eslabón perdido de los robots, el enlace entre el hombre y las máquinas; a través de él se descubre como el hombre, movido por el afán de crear a imagen y semejanza individuos capaces de reproducir y llevar a cabo tareas desechadas por los humanos, jugó a ser Dios y creó una serie de máquinas hasta llegar a un Meca idéntico en apariencia a sus creadores, con capacidad para amar y tener sentimientos propios de un humano pero no se puede comparar pues somos únicos. Máquinas y hombres no pueden compartir enlaces emocionales ni convivir cuando el ser humano se ve amenazado, pero sobre todo por que el hombre no esta preparado para ello, por lo que decide hacer como siempre, aislar su creación. Y la diferencia con los robots se verá al final cuando estos movidos por sus emociones hacen realidad el sueño de David.
Su cerebro es un tesoro de información. Sus recuerdos muestran lo que fue su vida con sus padres, más tarde con Gigolo Joe (Jude Law) que le llevará a descubrir la cruda realidad de la especie de robots abandonado y mutilada, y al final un viaje en solitario para intentar volver a renacer.
Como si de una película de Stanley Kubrick se tratara (como lo demuestra la escena en la que David, Gigolo Joe y los jóvenes humanos hacen su entrada en la ciudad en un automóvil que recuerda muchísimo aquella de La Naranja Mecánica (1971) en la que Alex y sus drugos van por la carretera en el coche a toda pastilla y gritando), A.I. contiene muchos elementos del cine kubrickiano, en especial la concepción del mundo y del hombre, en este caso son los robots. Los personajes viven sumergidos en grandes momentos de la historia, épocas que marcaran un antes y un después, y aquí no es menos pues estamos en la era robótica, la instauración de la inteligencia artificial que tanto deseaba el hombre, y más tarde la visión de un nuevo mundo, apocalíptico, dominado por las maquinas sin presencia humana, esta solo como recuerdo a través de David. Personajes cuya conducta y sentimientos ya están programados de antemano, también se verán abandonados ante su propio destino.
El salto espacio-tiempo de la película es espectacular. A pasos de gigantes David ha sobrevivido y permanece moribundo frente a su Hada, mientras la raza humana ha desaparecido. Desde el momento en que David se arroja al mar y es despertado por la nueva generación evolucionada de robots han transcurridos miles de años y el espacio-tiempo es similar al de 2001: Una odisea del espacio. Los personajes de Kubrick siempre fracasan, como le ocurre al Meca pues no consigue su propósito de convertirse en niño pero si logra humanizarse y volver a ver a su madre, gracias a los robots que consiguen clonarla por un día. De esta manera David se “autoinmola”, poniendo fin así a su vida durmiendo junto a ella hasta el fin de los días. Su amor es real pero él no, tal y como anuncia el cartel promocional.
Una película que muestra el Apocalipsis, valores antropológicos que parecen heredados por los robots por parte de la raza humana, pero sobre todo llena de sentimientos, un cuento de hadas que junto con una magistral banda sonora y espectaculares efectos visuales hacen de ella una cinta que cumplió su propósito: un homenaje a Stanley Kubrick.
MIGUEL ÁNGEL ACOSTA RODRÍGUEZ
4 comentarios:
No me gustó demasiado, pero diré que este género no me va demasiado. Por momentos se me hizo interesante y sin embargo, otros, aburrida.
No sé...
Un saludo.
Yo creo que el final es muy precipitado (y eso que la película tiene minutos y minutos). Vamos que cuando el chaval se descongela (yo lo hubiera dejado congelado y FIN) que le venga un ALIEN de los de Encuentros en la tercera fase diciendo: Somos Mecas del futuro pide lo que quieras que te lo damos, pero eso de revivir a tu madre sólo lo hacemos durante 24 horas, y después ya no se puede volver a hacer y te lo crees y punto, y si no, pues no haber sobrevivido al fin de la tierra... Pues vamos, que te quedas como aaaahá...
Pero la peli me moló mucho.
Maravillosa y emocionante odisea en un mundo hostil de un entrañable robot que tan sólo anhela una cosa: que su madre le quiera y le acepte.
Spielberg una vez más nos toca la fibra sensible y nos acerca al llanto en esta futurista versión del cuento de Pinocho. Grandísima película.
Saludos,
Eduardo Muñoz
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