jueves, 15 de diciembre de 2011

LOS SUEÑOS DE AKIRA KUROSAWA: LA LUZ DEL SOL A TRAVÉS DE LA LLUVIA (AKIRA KUROSAWA´S DREAMS: SUNSHINE THROUGH THE RAIN, 1.990) de Akira Kurosawa.



Has visto lo que nunca debiste ver. No admito en mi casa a un niño tan malo. Hace unos instantes han venido los zorros. Han dejado esto para ti. Creo que quieren que pagues tu culpa. Anda ve a ver a los zorros y pídeles que te perdonen. Devuélveles el cuchillo y discúlpate desde lo más profundo de tu corazón. Ellos no perdonan facilmente, arrepiéntete o desearás morir por lo que has hecho. Anda ve rápido. Hasta que los zorros no te perdonen no puedo dejarte entrar en la casa. (Los sueños de Akira Kurosawa: La luz del sol a través de la lluvia)

La luz del sol a través de la lluvia es el primer cortometraje que se integra dentro de un conjunto ordenado de 8 sueños, a través de los cuales se desarrolla una trama más compleja que recorre la razón de toda la película. 

Si bien es cierto que todo sueño requiere un soñador. Y todo soñador dispone de una imagen que vive sus propias ensoñaciones. En La luz del sol a través de la lluvia el protagonista es un niño de unos 8 años. Este niño, no en vano, comparece vestido con el rigor que imponen los cánones de la cultura japonesa. Ese niño no es otro que Kurosawa: la forma con la que Kurosawa se representa así mismo dentro de su sueño. Y como cualquier niño que se precie de serlo, está estrenando el mundo, y le embelesa mojarse bajo la lluvia le embelesa el sol y el aroma del bosque y el esplendor embriagador y magnífico de una pradera primaveral y hechida de flores variopintas y amalgamadas. Ese niño es sólo un niño inocente y curioso que quiere conocer el mundo y aventurarse en él, sentirlo en lo más profundo de su ser. Ese niño es un niño como cualquier otro.




Sin embargo este sensacional impulso, libérrimo, jubiloso, y exultante, tiene su contrapunto en la figura de la madre. Pues es ella la que, en tanto que depositaria de la cultura local a la que se deben, impone límites absurdos e incomprensibles al menor. Las normas del premio y del castigo cobran aquí vigencia para educar a un niño en las costumbres sociales, en la mitologia vernácula, en las tradiciones veneradas. ¿Por qué ha de ser tan peligroso para un niño contemplar la danza tradicional de unos enmascarados?, ¿por qué le va la vida en ello?, ¿por qué la consecuencia del incumplimiento es el destierro de su casa?, ¿qué es aquello que de pronto se ha puesto en juego y que al mismo tiempo sea tan crucial para el entramado antropológico de una sociedad y se paga con la muerte?. Kurosawa pone la dinamita en los pilares sociales que sostienen el rancio convencionalismo, la superchería profunda, las creencias anticuadas, la absurda mitología, y en definitiva todo aquello que hizo que condenaran a Sócrates, el más justo de los hombres, a beber cicuta por introducir nuevos dioses. Cuando en el diálogo República Platón nos dice que hay que desterrar de la ciudad a los poetas, sin duda se refería a esto. Pues el entramado antropológico de una sociedad emana de la poesía. 


El niño o Kurosawa desobedece a la madre, a las normas sociales, a las tradiciones antiguas y anquilosadas, quiere vivir, sentir, ser libre. Por eso La luz del sol a través de la lluvia es un hermoso canto a la libertad del hombre y un canto a la naturaleza. El destierro de su casa, el destierro de la sociedad en la que vive también significa el encuentro con una hermosa pradera y un hermoso horizonte y un hermoso arcoiris, un regalo de Dios o del azar en toda regla. Es cierto que el niño se dirige al arcoiris tal y como la madre le ordenó. Allí viven los zorros a los que habría de pedir ese perdón sincero y verdadero que la tradición japonesa le reclama. No vemos qué sucede, no vemos si finalmente el niño logra crear dentro de sí un temor tan poderoso que de en sentir esas disculpas verdaderas por las que se le requiere. No es necesario. Kurosawa nos deja ver hasta ese instante de suprema libertad que acontece en el menor, el momento en que se halla ante la encrucijada de decidir si disculparse a los zorros por una absurda tradición o traspasar la puerta del arcoiris, y consumar su destierro vagando por un mundo prometedor, henchido de misterios, embriagador y fascinante. Pero el arcoiris final no es sólo la puerta de la libertad. También es la puerta por la que Adan y Eva fueron desterrados de su mundo paradisiaco para tomar conciencia de sí mismos y adquirir el uso de razón. Y también es la puerta por la que se da paso a los sueños que se sucenden seguidamente. Kurosawa plantea aquí mediante imágenes lo que  Shakespeare hizo mediante su literatura: Ser o no ser, esa es la cuestión.

ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

3 comentarios:

Eduardo Muñoz dijo...

Magnífica reflexión.

Antonio Martín de las Mulas dijo...

Gracias Tron... ;)

Anónimo dijo...

Interesante opinión. Gracias por compartirla