Un Bergman maduro, en pleno dominio de su arte, creó con Fresas salvajes una obra cumbre del arte cinematográfico que no deja
de deleitarnos y de hacernos reflexionar al mismo tiempo a día de hoy. En ella somos testigos
de lujo de un viaje interior a la vida espiritual de un viejo profesor, Isak Borg, cuyo carácter
egoísta, frío y sumamente racional le ha llevado a la más absoluta y terrible
de las condenas: la soledad.
Mediante el pretexto de un homenaje en la Universidad , Borg hará
un viaje en coche en compañía de su nuera (Ingrid Thulin) y de unos jóvenes
autoestopistas, a través del cual los recuerdos de su juventud se le harán
presentes tan nítidos y claros como la realidad misma. El viejo es encarnado
magistralmente por Victor Sjöström, antiguo
maestro del cine sueco, autor entre otras obras célebres de esa pieza cinéfila
pionera del terror titulada La carreta
fantasma (1921). Relación entre dos leyendas del cine, Bergman y Sjöström, que no puede dejar de recordarnos a la de Billy Wilder y Erich Von Stroheim en El crepúsculo de los dioses (1950).
Una de las secuencias más recordadas del
film es la del primer sueño. A mitad de camino entre el expresionismo alemán y
el surrealismo más daliniano (no por casualidad la estética del sueño nos trae a la memoria las secuencias oníricas de Recuerda [1945, Alfred Hitchcock]); el momento en cuestión sirve
para presenciar el miedo a la muerte y a la soledad del protagonista. En el
sueño, Isak Borg presencia horrorizado su propia muerte. Bergman consigue una
espléndida atmósfera mediante el sonido de los latidos del corazón, una
acertada iluminación y símbolos surrealistas, como el del reloj sin agujas, que
nos expresa la idea de un tiempo vital inexistente.
Este sueño no es el único que aparece en la película. Todos ellos le recuerdan inconscientemente a Isak Borg aquello
que estando despierto él no quiere aceptar, a saber, que su egoísmo ha conseguido
que las relaciones con sus seres queridos hayan sido insatisfactorias; con su
hijo, con su mujer, con un antiguo amor de juventud que dejó escapar, y con su
nuera. Por todo ello está pagando una condena en vida, como muestra el sueño de
ambiente kafkiano en el que el juez declara su terrible sentencia: Borg es “culpable
de culpabilidad”.
Como en toda road
movie desde Te querré siempre (1954,
Roberto Rosellini), lo importante no es el viaje en sí, sino las paradas. Cada
una de ellas sirve para conocer un poco más al viejo profesor, bien a través de
recuerdos y sueños, bien a través de los
personajes con los que se van encontrando él y su nuera. Pensemos en el matrimonio que acogen después del accidente
de tráfico, reflejo del matrimonio fallido de Isak Borg; o en los jóvenes
autoestopistas con los que harán gran parte del viaje. La muchacha es símbolo de la juventud
y del amor perdido (no por casualidad Bergman elige a la misma actriz [Bibi
Andersson] para dos personajes con el mismo nombre: Sara; el antiguo amor de juventud de Isak y la chica
que se dirige a Italia en el automóvil del viejo). Fresas salvajes es una película de dualidades: la vida y la muerte,
la juventud y la vejez, el sueño y la vigilia, la fe y la razón, y está llena de metáforas y símbolos. El propio título alude a la
juventud perdida, al paraíso que representa la vida pasada. En el film residen todos
los temas bergmanianos.
A través de recursos narrativos extraídos del teatro, y de
un uso espléndido de primeros planos, imágenes oníricas y de una narración no
lineal, Bergman consigue una hermosísima obra de arte. Pese a ser un
film que bebe del pesimismo existencialista que engloba la casi totalidad de su
obra, Fresas salvajes termina
con un mensaje optimista. Cuando se es consciente de la victoria final de la
muerte sobre todo ser viviente, se encuentra la esencia auténtica de la vida,
que no reside ni en la ciencia, ni en el trabajo ni en la religión, sino en el
amor hacia las personas queridas.
EDUARDO M. MUÑOZ
6 comentarios:
A pesar de que Irgman Bergman no es de mis favoritas esta película sí que me gustó mucho. La mezcla entre el pasado y el presente, los sueños...
Saludos.
No me puedo creer que no tuviéramos nada de Bergman.
Ni yo tampoco. Es uno de los imprescindibles.
Acabo de descubrir éste blog, buscando justamente opiniones de ésta película que acabo de ver. Felicitaciones por el blog, me gusto mucho y que decir de semejante película!!!...una obra de arte
Gracias Sol, gracias por comentar, gracias por pasarte.
Sol, ídem.
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