Con unos vientos cargados de
desesperación, apatía y, sobretodo, estulticia que soplan al Continente, que
existan directores como Leos Carax
significan dos cosas: que todo no está perdido y que hay individuos que saben
arriesgarse lo suficiente. Todo esto lo certifica Holy Motors.
Más allá de si es o no una
película difícil, más adelante
aclararemos esta cuestión, hay que reconocer al director Carax el valor de un trabajo, más que obrado en libertad, libre.
Porque está claro que Holy Motors no tiene ninguna
intención de complacer al espectador y no es una película apta para todo tipo
de paladares, desde luego no para los acostumbrados a la comida basura.
En esa especie de sueño-prólogo,
con muchos tintes Lynchenianos, al inicio de la película, Carax coloca la cámara
frente a una audiencia de la que no estamos seguros de si está dormida o
muerta. Es toda una declaración de intenciones sobre lo que va ocurrir en los próximos 109 minutos.
Un director no rueda este tipo de
películas para mentalidades complacientes y evasivas, porque todo en la vida no
es evasión (al menos no debería) y complacencia.
Es muy recomendable, y si no se
puede mejor ocuparse de otros menesteres , abordar Holy Motors sin ningún
tipo de prejuicio, dejarse llevar , engañar o jugar de la mano del realizador ante una
experiencia visual e intelectual que no puede dejar indiferente a nadie; a unos
cerca del asco y el rechazo y a otros
lindando la obra de arte. La película en
esencia no pretende adiestrar ni sentar cátedra, más bien su intención es
introducirnos en los mundos sórdidos, en cuestiones reflexivas tales como la individualidad, el arte, la
belleza y la muerte. Sin más. Leos Carax propone su preocupante visión del
mundo y en nosotros está seguirla o no.
Lo cierto es que Holy Motors parte de una idea
seductora; el viaje por diferentes vidas, llámense interpretaciones, dentro de
una limusina blanca. Iniciamos el
recorrido en la vida de Óscar saliendo
de su hogar acomodado e introduciéndose en una limusina blanca conducida por su
chófer Céline . Dentro del coche el protagonista comienza a caracterizarse y de
este modo empezamos el recorrido por todo tipo de vidas, situaciones dispares y
absurdas. Una tras otra se van sucediendo las historias de cada uno de los
múltiples personajes cuyo peso incide en
el excelente trabajo de Denis Lavant; una anciana pedigüeña, un
actor que forma parte de un proceso de captura de movimiento, un peculiar vagabundo,
un padre con su hija, un terrorista, un matón de tercera, un anciano en su
lecho de muerte,…
Nueve tipos de personajes, citas como se menciona en la
película, y nueve formas de vida, algunas demasiado largas que pueden sucumbir
al tedio por parte del espectador y otras que no explican muy bien su por qué ;
pero que tomadas de forma cohesionada
forman un todo: la vida con sus anhelos, su miseria y su incertidumbre. En la
gran mayoría de ellas subyace un poso de amargura e inquietud, sin dejar de
lado un tipo de humor, muy personal hay que reconocerlo del tipo Käurismaki, negro y absurdo. Hecho
este que puede desesperar a más de uno.
Pero también la película se enfrenta al
sentido del cine, tan denostado últimamente, y de la interpretación, el propio
protagonista reconoce , ante un siempre genial y fugaz Piccoli , que echa de menos a las cámaras , que al a ver
disminuido tanto le cuesta creer que estén ahí; realidad, ficción.
En definitiva Holy
Motors no es el tipo de película que se pueda desgranar en un único argumento sólido. Ya hemos dicho que Carax intenta señalar lo rematadamente
disparatado de las pasiones y pulsiones humanas, lo que le lleva a tocar un amplio espectro. Obra de difícil calificación sin embargo, o tal vez por ello, nos atrapa
como una tela de araña, espoleando nuestros sentidos. Después del visionado
nada vuelve a ser lo mismo y de eso se trata, en última y esencial instancia,
en cierto tipo de cine al margen de las modas y de lo machacado para su fácil
digestión. En tiempos de zozobra Holy Motors, como poco, es una
experiencia estimulante.
JUAN AVELLÁN
4 comentarios:
"Holy motors" es el más claro ejemplo de que la grandiosidad no es algo que se pueda buscar a posta, es algo que se encuentra. Con lo simple que es hacer cine, y muchos buscando la excelencia lo complican de tal manera que resulta casi incomprensible. Leos Carax consigue, meterte de sopetón en algo que no sabes muy bien lo que es.
Después de ver la peli, saqué mi catana y maté a veinte samuráis, desayuné pasada la medianoche y la lavadora me explicó lo mareante que había sido su día. Y nadie me estaba mirando. A mí sí me gustó
Holy Motors es una película tan extraña, tan fascinante, tan hipnótica y tan singular que resulta difícil hablar de ella. Holy Motors no deja indiferente a nadie
Tan sólo por deleitarse admirando al pivon de Eva Mendes, merecera la pena ver holy motors, jejeje
Ahora en serio, tiene que molar. La apunto.
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