“Es una interesante
combinación de características que le convierten en un feroz hijo de puta.”
Ash, oficial científico del
Nostromo, en Alien.
Contextualización.
Durante la primavera de 1977 un
acontecimiento cambió para siempre la historia del cine norteamericano,
estableciendo un auténtico hito que revolucionó los pilares de la industria
cinematográfica. Se trata por supuesto del estreno de Star Wars, la
primera entrega de una (todavía inacabada) franquicia de aventuras espaciales
que cosechó un éxito tan descomunal como inesperado. La película se convirtió
en un fenómeno de masas sin precedentes en el cine, obtuvo la mejor recaudación
de todos los tiempos y obligó a Hollywood a replantearse las bases del negocio
del celuloide. Además de iniciar una nueva era de grandes superproducciones
(blockbusters), y reventar el mercado con la venta de productos secundarios
(merchandaising), Star Wars tuvo una consecuencia inmediata: quitarle a
la ciencia ficción la etiqueta de serie B y convertirla en el nuevo género de
moda.
Así pues, mientras todos los estudios
importantes se lanzaron a encargan historias de ciencia ficción a sus
guionistas en un intento por seguir la senda de oro marcada por George Lucas,
un magnate de la Fox
sacó del cajón un guión de extraterrestres ya escrito y pulido. El libreto,
firmado por Dan O´Bannon bajo el título de Alien, llevaba varios meses
pendiente de financiación, y gracias a la nueva moda espacial obtuvo el visto
bueno del estudio y luz verde para el rodaje. Durante las siguientes semanas
muchos directores rechazaron el guión, que desprendía cierto tufillo a serie B,
hasta que finalmente cayó en las manos de un tal Ridley Scott, un realizador de
anuncios británico que había rodado dos años antes Los duelistas, una
historia ambientada en las guerras napoleónicas premiada en el festival de Cannes como la mejor opera prima de
1977.
La dirección de
Ridley Scott.
Desde el comienzo Scott quiso marcar
distancias con la ciencia ficción que se había visto en el cine hasta entonces.
Rechazaba la estética B típica de cintas como It! The terror from beyond space (1958),
que habían inspirado el guión de O´Bannon; de hecho de entre todas las
películas del género que visionó para preparar el rodaje sólo 2001: A
Space Odyssey y la reciente Star Wars provocaron la declarada
admiración del director. Sin embargo la historia de Alien, especialmente
vinculada al género de terror,requería de unos planteamientos muy distintos a
las abstracciones intelectuales de Kubrick y la ingeniería brillante y explosiva
de Lucas. Scott “quería hacer La matanza de Texas de la ciencia
ficción”, coger un guión que podría servir para una buena película B y subir el
listón hasta convertirlo en una historia de primer nivel. Esto además encajaba
con las aspiraciones de los productores David Giller y Gordon Carroll, que
deseaban crear una “ciencia ficción más realista”. El objetivo era pues contar
una historia convencional de un modo no convencional; partir de una idea
bastante manida en el género (el monstruo comepersonas) y rodarla como
una película de gran presupuesto.
Este proyecto no estaba exento de
dificultades y desde luego implicaba mucho más que aumentar la financiación
para la cinta. El director había aceptado el trabajo al percibir las
posibilidades del guión, que entroncaba con los cuentos clásicos de terror y el
más ancestral miedo hacia lo desconocido, pero para que la historia cumpliera
el objetivo de asustar espectador se necesitaba una puesta en escena de primer
nivel, capaz de recrear un futuro espacial oscuro y primitivo, una atmósfera
opresiva y desquiziante, y por supuesto una bestia asesina absolutamente
aterradora.
El diseño artístico se convertía así en
un pilar insustituible para el éxito del film, hasta tal punto que el mismo
Scott exigió contar con el mejor plantel de actores posible con el fin de poder
centrar su dirección en los aspectos visuales de la historia. En este sentido
el director, formado en el Royal Collegeof Art de Londres, acabó dibujando él
mismo un completísimo storyboard de la película que impresionó a la Fox con su planteamiento
visual, y consiguió doblar el presupuesto de la película de 4´2 a 8´4 millones
de dólares. Al mismo tiempo en Scott iba asentándose la idea de crear dos
universos visualmente distanciados pero necesariamente complementarios: el que
corresponde al ámbito humano: realista, mecánico y desgastado, y el alienígena:
surrealista, orgánico y aterrador. Ambos mundos tenían expresiones diferentes
pero participaban de un mismo objetivo común: ahogar al espectador en un clima
hostil y angustioso del que no pudiera escapar. Scott se encargó de enlazar
visualmente ambos universos mediante la fotografía y la iluminación, creando
una atmósfera opresiva y un aire denso y sucio que envuelve toda la película y
no ofrece un segundo de tregua. De este modo las imágenes de gran contraste de
luz, con clara inclinación por la oscuridad (a veces total) en sus momento más
tensos, acabaron convirtiéndose en una de las marcas de estilo más reconocibles
del film.
El mundo humano.
Todo aquello que correspondía al
“universo humano” fue encomendado a un equipo coordinado por Michael Seymour,
director artístico de la producción, encargado de coordinar y llevar a la
práctica el trabajo de los distintos diseñadores dedicados al proyecto. Scott
se había inspirado en el Métal Hurlant (cómics de heavy metal francés) así como en
las obras de Moebius para crear su storyboard, y éste serviría
finalmente de directriz general sobre escenarios y atrezo. La pieza más
importante de todas era sin duda el Nostromo, la nave donde sucedía la
mayor parte de la acción. Scott quería un acabado muy realista, tan futurista
como las naves de Star Wars, pero sustituyendo la brillante y geométrica
perfección de aquellas por un acabado más desgastado y usado, más creíble,
que encajara mejor con la ruda tripulación de “camioneros del espacio” que
protagonizaban la película. Chris Foss fue quien diseñó el exterior de la nave,
un enorme cachalote galáctico que en algunos de sus detalles fue directamente
inspirado en las naves de Lucas (los bajos de la misma o el mecanismo de
eyección de las lanzaderas), pero cuya visión general recordaba a una catedral
gótica con sus correspondientes torreones, repleta de detalles afilados. Esta
primera maqueta fue desestilizada con cincel y martillo (literalmente) por
Scott, que redujo su lirismo a fin de dotarla de mayor realismo y cierto aire
desvencijado, complementado en rodaje con una iluminación de gran contraste.
Los interiores del Nostromo, a su vez,
corrieron a cargo de del viñetista Ron Cobb, que fue elegido para esta labor
porque sus dibujos se basaban en la lógica y la realidad: pensaba como un
ingeniero y diseñaba entornos y objetos que parecían reales, funcionales y
precisos. Imaginó la nave como “un espacio cerrado dentro del espacio”, lleno
de pasillos estrechos, techos bajos y puertas herméticas de donde “no hay
salida” ni escapatoria posible. El resultado era una nave que ya en 1979 poseía
ciertos detalles retro (como las pantallas de baja resolución) y un buscado
aire industrial (en realidad todo un sistema de señalética de inspiración
”post-industrial” fue creado para el Nostrosmo y aparece por toda la película).
Todos los interiores de Cobb fueron construidos y conectados para el rodaje,
dando lugar a un set verdaderamente claustrofóbico, sin luz natural, muy
apropiado para las necesidades del film. Roger Christian, que había trabajado
para el decorado de Star Wars, fue quien aportó finalmente la idea de
utilizar chatarra de aviones para la reconstrucción de la nave, lo cual evitó
tener que recurrir al típico cartón piedra de la ciencia ficción, y confirió al
Nostromo del set un aspecto muy realista, al mismo tiempo que viejo y
desvencijado. El resultado fue un entorno opresivo y lleno de recovecos donde
el Alien podía ocultarse a placer. De hecho las escenas en las que el monstruo
aparece en pantalla pero el espectador no lo descubre hasta que se pone en
movimiento acabaron siendo una firma de la franquicia.
Del
resto del trabajo de este equipo cabe destacar el diseño final de los trajes
espaciales, que John Mollo realizó inspirándose en dibujos de Moebius, así como
la recreación de las entrañas del robot infiltrado entre la tripulación
(incorporado por los productores), a base de caviar, espaguetis, canicas y leche.
El mundo del Alien.
Mientras la construcción del Nostromo
respondía a criterios y formas de expresión relativamente convencionales
(aunque muy bien trabajadas y desarrolladas aquí de la manera más efectiva
posible) para el universo del Alien Ridley Scott buscaba algo nunca visto en el
cine. En el proceso desechó varios bocetos de unos cuantos miembros del equipo
artístico, hasta que finalmente el guionista O´Bannon le mostró el Necronomicón,
una obra gráfica del artista suizo H. R. Giger, que convenció a Scott prácticamente
de inmediato. Aunque a los responsables de la Fox el trabajo de Giger, una mezcla muy visceral
de elementos orgánicos y mecánicos plagado de connotaciones sexuales, les
parecía repulsivo, el director les convenció de que esta ambientación
“amenazante y preciosa” tan característica era la que diferenciaría la película
del resto del género y la llevaría a alcanzar el elevado nivel artístico que
buscaban. Finalmente Giger fue contratado y puesto directamente a cargo de todo
el diseño del universo alienígena, en el que trabajó personalmente hasta el fin
del rodaje.
Para la reconstrucción del planeta del
extraterrestre el suizo diseño un mundo rocoso, moderno y orgánico y, aunque
por falta de presupuesto no pudo llegar a reproducirse como a él y a Scott les
hubiera gustado, el director decidió subsanar el problema utilizando gran
cantidad de humo en escena y empleando en el montaje muchas tomas “sacadas” de
las cámaras de baja resolución que llevaban los astronautas, aumentando de este
modo la sensación claustrofóbica aún estando en espacio abierto. De este modo
es en la nave alienígena donde podemos a empezar a disfrutar (o a temer) con el
trabajo de Giger. Para el diseño de esta nave, totalmente inhumana, Giger
atravesó un proceso absolutamente opuesto al que Cobb había recurrido para el Nostromo.
Dejando a un lado funcionalidad y realismo, Gigger lanzaba a volar su
imaginación para construir espacios y texturas cargados de misterio que
evocaban la naturaleza salvaje y peligrosa del Alien. Así asistimos a una serie
de estancias casi vacías, marcadas por unas paredes de aspecto rocoso
construidas con huesos secos, tubos de distintos materiales y plastilina, que
oprimen el espacio creando la ilusión de entrar en las entrañas de un
gigantesco ser orgánico.
Y al final del recorrido llegamos al
decorado más espectacular de la película, el “jinete del espacio”, un cadáver
petrificado hasta mimetizarse con el ¿cañón? en que acabó muerto,
previsiblemente en combate. Sólo este espacio, en el que apenas se rodaban cuatro
escenas y que tenía una utilidad puramente estética, costó 500.000 dólares que
a Scott le costó muchísimo justificar ante los responsables de producción. El
resultado, sin embargo, colocaba a la película en el más alto nivel de diseño
cinematográfico de la época y añadía un enorme valor artístico a la cinta. Las
formas sinuosas y misteriosas de las entrañas de la nave, junto con las miles
de preguntas que emanaban de su biomecánico contenido - el jinete y los
posteriores huevos - preparaban al espectador para la llegada del terrorífico
monstruo que daba nombre a la película. Si un ser de la envergadura y poderío
del jinete había sucumbido ante él, los blanditos y tiernos humanos del Nostromo podían
ir rezando ya sus plegarias.
El monstruo.
Todo lo expuesto hasta ahora resultaba
de suma importancia y debía cuidarse con mimo. Todo contribuía a crear una
ambientación inquietante destinada a instalarse en el ánimo de espectador, a
introducir al público en el terror inhumano que les esperaba en los pasillos
del Nostromo. Pero todo ello sería inútil si él no daba la talla.
La nave estrellada de Giger, la luz sucia y el aire viciado, la tensión entre
los miembros de la tripulación... todo funcionaría sólo en servicio del Alien,
el verdadero rey de la fiesta y protagonista indiscutible del film. Si toda
película de terror debe contar con un monstruo de calidad, en este caso las
exigencias eran dobles, pues el hilo argumental de la historia se articula,
como también lo hacen los miedos que sacuden al espectador, en torno a la
inquietante naturaleza de la misma criatura y las distintas fases por las que
va evolucionando. Disponer de un Alien aterrador no era un detalle de calidad,
era casi el objetivo mismo de la película. Ridley Scott era muy consciente de
esta necesidad, y por ello no dudó de encargar a Gigier el diseño del monstruo
en cada una de sus sucesivas y viscosas fases.
El
Huevo. Hallado en las entrañas de la nave alienígena, los huevos del Alien
suponían el primer encuentro con la criatura. Debían marcar distancias con la
estética inerte del jinete y parecer vivos, por lo que fueron finalmente
construidos en fibra de vidrio semitrasparente para poder observar el
movimiento en su interior. Al abrirse, un estómago de vaca e intestinos de
oveja lanzados en espiral descubrían al público la naturaleza visceral y
orgánica de la primera fase de la criatura.
“Face-Hugger”.
Giger le colocó unos largos dedos-pinza como rasgo predominante, pues “un
monstruo con manos humanas siempre es más aterrador”, para posteriormente
reducir el tamaño del cuerpo y agregar el órgano sexual. Scott construyó al
“abrazacaras” con un estuche de goma relleno de ostras, almejas, pescado y un
hígado, añadiéndole una cola de pez raya, todo tolamente articulado, siguiendo
e principio básico de diseño de que ante la cámara “lo que es real siempre
resulta más real”.
“Chest-Burster”.
Era el protagonista de la escena más dura e inesperada de la película, icono de
la saga, nacido entre sangre y gritos del interior de un ser humano. El primer
modelo de Giger fue definido por él mismo como una especie de pequeño
pollo-dinosaurio “horrible”, por lo que decidió quitarle las patas y el cuerpo
hasta quedarse sólo con la cabeza y la cola. Veronica Cartwright opinó al verlo
que era una “monada, un pene con dientes”. Sin embargo cuando rodaron la escena
del “revientapechos” y lo vio aparecer entre litros de sangre detonados con
pequeños explosivos, el inesperado susto la llevo a caerse al suelo (y así
aparece en la versión final). En los primeros pases que harían de la película
más de un espectador salió de la sala para vomitar, incluso un cine de Los
Ángeles llegó a eliminar la escena de en un intento por mantener sus baños
limpios.
Alien. El
monstruo en su fase final más aterradora y espeluznante. Giger y Scott
acordaron el diseño de una bestia sin colmillos, pelaje, garras ni escamas,
tomando como punto de partida el Necronomenº 4 de Giger. El resultado final es
un humanoide con rasgos de insecto y
aspecto biomecánico, de piel dura y oscura recubierta por litros de lubricante
brillante y viscoso, construido con goma, silicona, vértebras de serpientes y
plastilina tratada. H. R. Giger quería establecer las mayores barreras posibles
entre el Alien y el ser humano, dejando claro de un vistazo que cualquier
intento de negociación o comunicación con ésa criatura sin moral ni
remordimientos sólo podía acabar con el ingenuo humano convertido en aperitivo.
Así además de una doble boca retractil, Giger decidió dotar al Alien de dedos
alargados y puntiagudos, una larga cola, y finalmente retirar los enormes ojos
del diseño Necronome, considerando que era más aterrador no saber hacia
dónde miraba la bestia.
Como punto final, Scott optó por
mostrar lo menos posible al terrorífico monstruo. Rara vez vemos al Alien
completo durante la película, y aunque su presencia se respira durante toda el
film, el director prefiere jugar con la imaginación del espectador, mostrando
solamente la criatura por partes y desde ángulos no convencionales, dejando que
el público decida y elucubre sobre lo que ha visto o no entre las sombras. Nada
hay más aterrador que lo que no se ve, y Scott nos obliga a descubrir que lo
más terrorífico reside en nuestra propia imaginación.
Conclusiones.
El final de esta historia es, como
suele decirse, por todos conocido. Alien, el octavo pasajero se estrenó
en 1979 y se convirtió en un clásico de culto instantáneo, su director fue
lanzado a la fama y su protagonista humana (Sigourney Weaver en el papel de
Ellen Ripley) consagrada en un personaje que ya pertenece a la cultura popular.
El resultado final resultó ser una película preciosa e inquietante, una cinta
única donde todo encajaba a la perfección. El fabuloso trabajo de diseño
artístico (Giger acabó llevándose el Oscar) creaba una atmósfera inquietante y
opresiva, aprovechada a la perfección por un guión muy bien medido, un reparto
más que solvente y un director en estado de gracia, sin nada que perder y mucho
que arriesgar, que filmando planos oscuros en espacios pequeños iba avanzando
en la historia de modo pausado, acorralando al espectador en sus propios
miedos, para luego dinamitar el ritmo con cada aparición de la criatura y
conducirlo hacia su estresante recta final.
Lejos del terror sangriento y lleno de
vísceras al que estamos acostumbrados hoy, Alien proponía un viaje al
miedo más sutil y escurridizo, un thriller lleno de un clima de intranquilidad
que no viene de ninguna parte en concreto y que a la vez se respira en cada
segundo de metraje. El terror de Alien no tiene nada que ver con los
sustos ni con la sangre (que por otro lado están presentes en la película); es
una sensación más especial, que se inhala en el aire sucio y gastado del Nostromo,
que crece en la misteriosa nave alienígena y se mezcla con la palpable tensión
entre la tripulación, para poco a poco empezar a ahogarte, meterse por tu
garganta y dejar una semilla del miedo más primitivo y natural que el ser
humano ha conocido. El miedo a la violencia, el miedo a la muerte, el miedo a
lo desconocido y, por supuesto, el miedo al Alien. Baste decir que hubo tres
secuelas, varios videojuegos y más entregas de la franquicia unidas a otros
extraterrestres pegajosos. Alien se convirtió en un referente absoluto
de la ciencia ficción, marcando toda una generación de seres venidos del
espacio exterior, e incluso llegó a reivindicar una acepción nueva del
diccionario. Hasta 1979 la palabra alien hacía referencia en inglés al
extraño y al desconocido, al concepto básico de alteridad. Desde 1979 Alien
es el término más común para describir a los visitantes de otros mundos. Desde
1979 Alien es él.
Nota: Todas las declaraciones textuales
del equipo responsable de la película proceden de las entrevistas y
documentales incluidos en el making off correspondiente a la edición
especial en DVD de Alien, el montaje del director, producido en 2003 por
Twentieth Century Fox Film Corporation.
JOAQUÍN PÉREZ FUERTES
4 comentarios:
Sobran las palabras. Enhorabuena por tu magistral trabajo sobre "Alien" y bienvenido al blog.
Equipo de Lo que Coppola quiera.
Eduardo Muñoz
Fantástico trabajo, Joaquín, no dejes de enviarnos más artículos.
Antonio Martín de las Mulas
Fantástico Juaquin, me ha gustado mucho, te lo dice alguien que ha visto varias veces toda la saga de Alien.
Magnífico análisis de la película. Uno de los mejores films de terror de todos los tiempos, sin tener que recurrir a las vísceras gratuitas.
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