“La nueva comedia de
los ganadores del Oscar por ‘The artist’
Jean Dujardin y Michel Hazanavicius”. Con semejante reclamo en su cartel,
es casi imposible resistirse a la tentación y no acercarse a ver esta película,
estrenada tan sólo un año después de la tan aclamada producción muda que fue puesta en un
pedestal por la crítica. Pero Los infieles nada tiene que ver con The
artist, tan sólo que comparten actor protagonista (Jean Dujardin), nacionalidad (Francia), y director (Michel Hazanavicius). El trabajo
de este último no es exclusivo, ya que comparte la responsabilidad de la
realización nada menos que con otros seis directores, los cuales firman una
desigual, irregular, hueca y caótica película de episodios donde lo único esperanzador
que reside en ella son los créditos finales que nos liberan de un tormento que, dicho sea de paso, nos podríamos haber ahorrado.
Los infieles no es más que una sucesión de gags sobre las aventuras de unos
tipos que son, o pretenden ser, infieles a sus respectivas parejas. Nada más.
No hay ni trasfondo, ni mensaje, ni grandes pretensiones; tan sólo muchas ganas
de conseguir un producto con apariencia de comedia moderna, pero resultando un fiasco de grandes dimensiones. Uno
de los principales problemas que tienen las películas de episodios siempre ha sido la falta
de unidad entre los mismos, donde algunos acaban sobresaliendo sobre los otros
enturbiando el conjunto final. Además, la diferencia de estilo de los
respectivos cineastas también acaba haciendo mella en el resultado, donde se
acaba echando en falta homogeneidad formal. Todo lo dicho sucede en Los infieles, donde además todos los capítulos carecen del más mínimo interés y ninguno se salva de la quema. La diferencia de forma y estilo en cada uno de ellos es latente. Conclusión: Al final al espectador no le queda la sensación de haber presenciado una
película coherente sino un caos de tomo y lomo. Dicho caos sólo podría haberse salvado a última hora en en la escena de la terapia de grupo, en el que todas las historias quedan
representadas y, de algún modo, entrelazadas. Recurso facilón y metido con calzador que termina por derruir un
edificio sin fundamentos que nunca debió ser construido.
EDUARDO M. MUÑOZ
2 comentarios:
O sea, que hay que no verla. O no hay que verla. Gracias por la advertencia.
De nada, amigo Antolín. Ya conoces el dicho de que el que avisa no es traidor, jeje.
La película es un bodrio, un insulto a la inteligencia, un desperdicio de celuloide. Para arrojar a la basura. Es una de las películas más flojas de la historia del cine.
Ahórratela e invierte tu tiempo en cosas mejores.
Un abrazo.
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