Es un hecho que algunos cineastas, cuando alcanzan la vejez, se tornan más reflexivos e intimistas y realizan algún film con la muerte como tema. Somos seres para la muerte, parafraseando a Heidegger, y debe ser que cuando la tenemos más cerca pensamos en ella irremediablemente. En el caso de los cineastas éstos hacen brotar su genio más personal y usan el cine para darnos su visión cuando alcanzan la vejez. De esta forma se entienden films como Dublineses (1987, John Huston) o Los sueños (1990, Akira Kurosawa). Ahora le ha tocado el turno de acercarse a este tema al octogenario Clint Eastwood.
Eastwood nos vuelve a regalar una gran película. En ella trata tres historias paralelas con la muerte como nexo común: la de una bella periodista francesa que salva la vida milagrosamente, la del niño que es víctima de la pérdida de un ser muy querido y la de un hombre que es capaz de entablar contacto con el más allá y hablar con los muertos. Cada una de estas tres historias se desarrolla en un punto distinto del planeta: París, Londres, San Francisco y Hawaii, donde arranca la película.
En el maestro Eastwood ya no sorprende nada. Habla de un tema ajeno del que ningún antecedente podemos encontrar en su vasta filmografía como director. Pero es prodigioso cómo se desenvuelve en las diferentes situaciones de la historia, demostrando ser capaz de contar lo que sea. Posee un don para ello. Se nota sobre todo en el brillante arranque de la historia, donde un espectacular tsunami (acaecido de forma real y terroríficamente en 2004 en el Sudeste asiático) arrasa con todo lo que tiene por delante. ¿Eastwood haciendo una secuencia de cine de catástrofes? Sí, y de qué manera. Impresiona tanto que ya no podemos apartar la vista de la pantalla, el maestro nos atrapa irremediablemente con su película.
El magistral guión es de Peter Morgan y está maravillosamente bien escrito. A los personajes les une la muerte, pero también el hecho de que los tres son de algún modo inadaptados del mundo que les rodea. Sus experiencias con la muerte les hacen ser víctimas de sus propias vidas. Así, el personaje de Matt Damon puede entablar contacto con los muertos, pero él mismo dice que no es un don sino una maldición. Le hace ser un bicho raro, y ello le impide entablar relaciones normales con las personas. El niño no puede afrontar la muerte de una persona muy querida por él y unido a que su madre no puede hacerse cargo suya al ser drogadicta hace de él otro inadaptado social. En cuanto a la periodista (Cécile de France), el hecho de que sobreviva a la muerte hace que su exitosa vida vaya cambiando poco a poco. Las piezas acaban encajando como la seda y uniendo a los personajes de una manera nada predecible.
Eatwood ha firmado una producción ambiciosa, diferente en su filmografía, una nueva joya de su cine, en definitiva. El arte de la sencillez arropa cada plano, cada situación, y un par de miradas bastan para saber qué es lo que está sucediendo. Los actores están mimados por la cámara donde se nota que su guía está enamorado de la historia que está contando. El film está lleno de ternura y emociona con sus personajes llenos de humanidad. Espero de todo corazón que el maestro siga regalándonos más películas como esta durante muchos años, y que la muerte tarde mucho tiempo en llamar a su puerta.
EDUARDO M. MUÑOZ
4 comentarios:
A mi me ha encantado, como tu bien señalas ya desde el inicio te engancha.Teresa
Es una nueva joya del maestro. Gracias Teresa.
me gusta mucho la crítica, el blog y la película, pero siento decirte que la peli no arranca en hawaii, sino en Indonesia o Tailandia. Es el tsunami real de 2004, y si te das cuenta (spoiler) luego al niño de londres le pasa algo tmb real que pasó en 2004. Gracias por el blog!
Gracias a ti, Bonitta, por seguirnos y por la corrección.
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