miércoles, 2 de marzo de 2011

BIENVENIDO, MÍSTER MARSHALL (1952) de Luis García Berlanga



La voz en off de Fernando Rey nos introduce en la vida de un pueblecito llamado Villar del Río, uno de tantos. Es tan tremendamente común que hay quien confunde su nombre con el de Villar del Campo, siendo su alcalde (José Isbert, con boina y sordo como una tapia) el encargado en recordar el auténtico nombre del pueblo donde gobierna, y así afirmar orgulloso: "¡...del Río!".

En este pueblo viven personajes que se han convertido en arquetipos, y cuando el cine español posterior ha desarrollado historias también en el marco de una pequeña localidad, los ha tomado como modelos a seguir: el conductor del autobús, el cura, el hidalgo, el barbero, el citado alcalde, la maestra soltera... Así, este esquema es repetido con variantes en films contemporáneos como Amanece que no es poco (1988, José Luis Cuerda) o You're the one (2000, José Luis Garci), con las variables argumentales lógicas de cada película en cuestión. Cada uno de estos personajes son presentados mediante planos congelados, donde el narrador realiza una descripción pormenorizada de sus miserias y andanzas, de una forma maravillosamente humorística.

Todo cambia en Villar del Campo (perdón, del Río) cuando sus habitantes son informados de que van a recibir la visita de alguien muy especial: los representantes del pueblo americano. Es entonces cuando de una simple visita ven una oportunidad para cambiar en algo sus rutinarias vidas. Hablan, incluso el alcalde, del pueblo americano en abstracto, pensando en ellos como unos salvadores. La inocencia de las clases más bajas es ironizada en el título de la película, que hace referencia al famoso Plan Marshall, el principal plan de EE.UU. para la reconstrucción de los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial.



El film de Berlanga habla sin tapujos de la desigualdad social, de la esperanza y del sueño de una vida mejor de estas pobres y luchadoras gentes. Son los estamentos más bajos de la sociedad los que tienen más capacidad de ensoñación, y la maldita incultura que les ha tocado sufrir hace que vean a los americanos como la gente que les salvará la vida. Significativa al respecto es la secuencia en la que todos los habitantes del pueblo hacen cola para pedir un regalo a los americanos, como si éstos fueran Reyes Magos que les librarán de la miseria. El único personaje con pensamiento racional es el quijotesco hidalgo, la voz crítica de Villar del Campo, perdón, del Río.

El guión está firmado nada menos que por el propio Berlanga, por Juan Antonio Bardem y por Miguel Mihura. Igual que en el resto de films de este genial cineasta no falta la crítica social, como ya hemos apuntado, sobre todo en su visión del vasto Imperialismo que pasa por encima de las ilusiones del pueblo llano, en una España encerrada en sí misma dentro de un feo caparazón que se llamó franquismo.

Sin embargo, no estamos ante la mejor película de su director. Está bien realizada pero se echa en falta su estilo tan característico de los planos secuencia, que iría puliendo poco a poco. El guión tampoco goza de la perfección de los que luego firmó con Rafael Azcona, con quien formaría el tándem perfecto. Se nota sobre todo en el personaje de la tonadillera y actriz Lolita Sevilla, impuesta por la productora (UNINCI), que no acaba de encajar en la historia. Y también en las secuencias hacia el final de la cinta en las que podemos ser testigos de los sueños de diferentes habitantes del pueblo la noche antes de que los americanos les visiten, que aunque sean divertidas alargan la narración innecesariamente, como si se quisiera exprimir un minúsculo metraje de apenas 75 minutos.


Lo que acabo de explicar no desmerece en absoluto al conjunto de la película, que forma parte de nuestra cultura y que siempre es una delicia visionar. Fue la primera película en solitario de Luis G. Berlanga tras Esa pareja feliz (1951), que firmó junto a Bardem, y gozó de varios premios en el Festival de Cannes. En dicha edición del Festival sucedió algo curioso. Bienvenido, Míster Marshall tenía una secuencia (que fue censurada) en la que una bandera americana desaparecía por un sumidero. Esto indignó tanto al actor Edward G. Robinson (que era miembro del Jurado) que logró que la secuencia fuera censurada con posterioridad y evitó, así, que la película obtuviera la Palma de Oro. Una putada, como cuando Plácido (1961) no obtuvo el Óscar a Película Extranjera porque competía con el gigante sueco Ingmar Bergman. No es cuestión de los premios en sí, sino de lo que hubiera supuesto para el cine español y, por supuesto, para la carrera internacional de este genio del cine universal, que indiscutiblemente hubiera sido mucho más productiva.

EDUARDO M. MUÑOZ

12 comentarios:

Luisito dijo...

En efecto el estilo de Berlanga es muy difícil de doblar a otros idiomas, con la cantidad de gente hablando a la vez y todo eso, incluso de subtitular... por eso a nivel internacional no gozó de tanto éxito como el que tuvo en España. El Oscar hubiera ayudado mucho a este cine tan español, a ser entendido fuera de nuestras fronteras.
estupenda crítica, eduardo, enhorabuena.

Edu Muñoz dijo...

Muchas gracias por seguirnos, amigo. Un saludo.

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo con Luisito, lo siento. Y estoy especializada con el tema. Da igual que aparezcan 50 voces para traducir o más bien doblar porque eso se hace y los subtitulos condensan el contenido de lo hablado, no se ponen de forma literal. Lo que ocurre con el estilo Berlanga es que tiene unas fuertes connotaciones culturales (habla de la España profunda en este caso) con lo que en el extranjero no se van a sentir identificados y menos los norteamericanos con esta película, obviamente. Cuando no se entiende una pelicula, generalmente no suele gustar, así de simple.

Edu Muñoz dijo...

Estupenda aportación, amiga. Es muy interesante lo que planteas. Coincido en que el estilo de Berlanga es muy nuestro, muy autóctono, y quizás por eso no se entendiera ni gustara tanto fuera de nuestras fronteras. Eso no le quita ni un ápice de genialidad, por cierto. Su estilo de los planos secuencias me parece único en el mundo. No el hecho de que sólo los usara él, cosa que obviamente no es cierta, sino que construya películas enteras en base a este tipo de planos, creando un estilo muy teatral.
¿Te dedicas al doblaje? Gracias por seguirnos.

luisito dijo...

No soy profesional de la materia, sólo cinéfilo, pero sigo teniendo mis dudas sobre el doblaje y los subtitulos... son tanta cantidad los que contiene el cine de Berlanga que es como si la pelicula se viera a medias. Creo que hay peliculas que tienen este problema. Es como traducir una novela en castellano antiguo al idioma ingles, por ejemplo, no sé.

Edu Muñoz dijo...

Esto es un debate de cine y lo demás son tonterías. Os animo a participar en el mismo. ¿Qué pensáis? ¡Cinéfilos del mundo, uníos!

Carlitos way dijo...

De todas las maneras la Palma de oro no ha sido nuestro fuerte en la historia ya que ademas la Dan Los franceses y nunca les hemos gustado .Ese 1953 la gano el salario del miedo de clouze . Y la unica Palma de oro fue para bunuel y hacia mucho cine Frances y Los franceses se sentian muy orgullosos por ello.de todas las maneras no considero a bienvenido mister... una obra maestra, el verdugo seria mejor pelicula a mi entender.

Anónimo dijo...

Berlanga tiene un estilo muy personal. Sus películas fluyen a un ritmo frenético. No abre atmósferas. No aquilata el desenvolvimiento del film. No se llevó el oscar porque Bergman hizo una película mejor. "Cómo en un espejo" tiene una factura excelente. Antonio.

Eduardo Muñoz dijo...

Pues fíjate, Anto. Yo soy un fanático de Bergman, me encanta, me entusiasma, pero COMO EN UN ESPEJO no es mejor película que PLÁCIDO. En esa ocasión el valenciano superó al sueco.

Anónimo dijo...

Un día fui al videoclub y me traje dos películas. "Como en un espejo" y "Goya en Burdeos", ésta última de Carlos Saura. En la de Saura había una escena en la que explicaban el cuadro de las Meninas de Velazquez. Se decía que la disposición de los personajes del cuadro era cual si estuvieran mirándose a un espejo. Acto seguido vi la de Bergman. En la escena final salía un hombre desde atrás por una puerta que se perdía en el punto de fuga; en primer plano había un hombre mirando por la ventana. La disposición de esta escena final era muy semejante al cuadro de Las Meninas: en tercer plano un hombre que se va o llega por una puerta y en el primero el mismísimo Velazquez como enfrentado a un espejo. El paralelismo era claro. Anto

Edu Muñoz dijo...

Claro, la composición de los planos en Bergman es magnífica. Pero insisto, no es de las que más me gustan de Bergman.
GOYA EN BURDEOS la ví en su día y me gustó, pero no la recuerdo bien.

E. Muñoz dijo...

Eso de que nunca hemos gustado a los franceses, Carlitos, vamos a dejarlo. Sin ir más lejos, en Francia adoran a Almodóvar.