sábado, 25 de diciembre de 2010

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS (THE SILENCE OF THE LAMBS, 1991) de Jonathan Demme


El silencio de los corderos es un thriller inteligente, bien hecho, que arrasó en las taquillas y en los Óscars y marcó un antes y un después en el género. Hizo escuela y el cine posterior le debe mucho. Los thrillers de asesinos perturbados desde esta película no volverían a ser lo mismo, y repetirían esquemas para bien o para mal. Películas como Seven (1995, David Fincher) están en deuda con esta cinta. Está basada en la novela homónima de Thomas Harris.

Un asesino en serie que despelleja a sus víctimas, Buffalo Bill (Ted Levine), es buscado por el FBI. Clarice Starling (Jodie Foster), experta en conductas psicópatas y aspirante a ingresar en el FBI, recibe el encargo de entrevistar a otro peligroso asesino que está preso, el psicoanalista Hanibal Lecter (Anthony Hopkins), para intentar extraer el modelo de conducta de Buffalo Bill y conseguir atraparlo. Con este planteamiento la línea argumental se bifurca en torno a los dos asesinos: por un lado, está la investigación policíaca centrada en atrapar a Buffalo Bill. Por otro la intriga centrada en el personaje de Hanibal Lecter, que aunque en un principio sirve de apoyo a la trama principal, la película acaba siendo suya.


 Lo desagradable del tema es llevado con mucha delicadeza y elegancia por el director Jonathan Demme. La película sugiere más que muestra, al contrario que sus secuelas que sí han cometido el error de caer machaconamente en lo vulgar y en lo desagradable y pecan de mostrar demasiado. Con ayuda de la excelente fotografía de Tak Fujimoto y de unas magníficas interpretaciones se crea la atmósfera perfecta, sin necesidad de llenar la película con más sangre y casquería de la debida.

Lo mejor de la película, además de un excelente guión que hace que no despeguemos los ojos de la pantalla en ningún momento, es la interpretación de Anthony Hopkins. No se puede expresar más con esa mirada, con esos ojos. Su actuación le da a su personaje una elegancia que no tienen otros asesinos del cine. Hanibal Lecter es un personaje innovador. Es un asesino y un caníbal, pero lo original se debe a que es un hombre culto, con una inteligencia superior a la normal y con buen gusto para el arte. Una personalidad que en otros films no correspondería con la de un asesino que se come a sus víctimas. Su presentación es magnífica, sin artificios. El personaje aparece a través un travelling lateral encerrado en su celda, de forma sencilla. Por la información que el espectador ya sabe del asesino, no hace falta nada más. La sola presencia y la magnífica interpretación del actor Anthony Hopkins hace que estemos viendo a un monstruo en la pantalla. Recuerda bastante a la brillante presentación que hace Tod Browning de Bela Lugosi en Drácula (1931), también de forma limpia y elegante. A este respecto es curioso que en un momento del film se compare a Hanibal Lecter con un vampiro, y es que la película está llena de influencias del cine de terror.


El silencio de los corderos es una de las mejores películas de los años noventa. La Academia de Hollywood supo valorarla y le concedió cinco merecidos Óscars: Mejor Película, mejor director, mejor actor (Anthony Hopkins), mejor actriz (Jodie Foster en el mejor papel de su carrera) y mejor guión adaptado (Ted Tally). Como dato anecdótico, esta película no fue la primera que se hizo del personaje de Hanibal Lecter. En 1986 Michael Mann dirigió el film Hunter basada en la novela de Thomas Harris El dragón rojo, que sería llevada de nuevo a la gran pantalla en 2002 por Brett Ratner.

EDUARDO M. MUÑOZ

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hunter. Tengo que ver la de 1.986 y la de 2.002. Siempre me gustó esta película. Aunque no creo que igualen a ésta.