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jueves, 28 de marzo de 2013

Crítica de 'CASANOVA' (1976) de Federico Fellini




Casanova no figura incluida dentro del elenco de las mejores películas de Federico Fellini, pero aborda los temas constantes y cruciales de su filmografía. La condición humana constituye el centro de su discurso cinematográfico. Pero en este caso Fellini lo articula desde una perspectiva muy diferente a como lo hiciera en sus anteriores trabajos.  La dinámica narrativa se desenvuelve mediante una sucesión de escenas que adolece de definidas transiciones. La técnica de montaje funciona de manera muy semejante a como lo hiciera con la precedente Amarcord (1.973). Las escenas aparecen sin antes ni después, de pronto, como un retablo de recuerdos cuyo único hilo conductor es la voz narrativa de Giacomo Casanova. La dimensión del filme se expande hasta esbozar un canto a la locura marcado por la estridencia y el delirio más impúdico, obsceno y libertino de la alta sociedad de la Europa del siglo XVIII. Las aventuras y las vicisitudes que Giacomo Casanova experimenta con las innumerables y variopintas mujeres que pasan por sus manos a lo largo y ancho de diversas capitales europeas, representan un viaje, -que se destila en un plano alegórico-, y que fija como puerto de destino el alma humana. Un viaje cuyas distancias se recorren a través de los cuerpos y que colocan en un primer plano el afán de plenitud y el desentrañamiento de misterios del ser en el mundo. La ambientación y la textura argumental se destilan en un marco de perfiles estrambóticos, aderezado con personajes dementes, y provisto de contextos construídos con los hálitos de la hilaridad y el amargor de los sucesos trágicos. Una suerte de vodevil desarreglado y libidinoso, que se articula mediante esquemas visuales de enorme fuerza expresiva, y alegórica. Nino Rota compone una banda sonora digna de elogio, donde las armonías y las imágenes generan una simbiosis impoluta. Los acordes utilizados, los estribillos, y los juegos de notas electrónicas que, en ocasiones, semejan las disonancias de nuestra música clásica más contemporánea, (como por ejemplo las de Karleinz Stockhausen), evocan un universo de corte futurista que encaja muy bien con la naturaleza estravagante de la trama, y con el vestuario pretendidamente grotesco y desmedido que corre a cargo del distinguido diseñador italiano Danilo Donati. No obstante lo anterior, quizá el punto más débil de la cinta radica en la falta de rigor que evidencia la dirección de los actores, sobre todo a la hora de poner en escena el trabajo de las interpretaciones. Porque la ejecución de los personajes resulta caricaturesca, falsa, bosquejada a línea gruesa, sin mesura ni medición, o peor aún, negligente. Las escenas sexuales por ejemplo son, todas, pantomimas baratas, farsas en las que se ve claramente que Giacomo Casanova ni siquiera se quita los pantalones, cuando sin embargo actúa como si los tuviera quitados. Las escenas sexuales no buscan el realismo sino la coreografía, la simulación, la silueta simbólica. Y otro tanto hay que decir de la calidad del maquillaje, que muchas veces peca de exagerado en aquellos personajes que no requieren ni pretenden aparecer notoriamente maquillados. Casanova es una obra menor de Federico Fellini, de gran fuerza expresiva, eso sí, pero rodada por un director que no sabe qué decir, ni qué contar, que no es capaz de aventurarse en una historia proyectada en el tiempo, y que por tanto monta, -obsesivamente-, una y otra vez la misma escena, con los mismos significados alegóricos, pero con formas diferentes. 

ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS