jueves, 3 de febrero de 2011

LA DILIGENCIA (STAGECOACH, 1939) de John Ford


Posiblemente obra cumbre del género más antiguo del cine americano por excelencia. Supuso un punto de inflexión en cuanto a narrativa cinematográfica se refiere en un año donde brilló el cine como nunca antes lo había hecho. Corría el año 1939 y salían a luz obras como Lo que el viento se llevó (Victor Fleming), El mago de Oz (Victor Fleming), Ninotchka (Ernst Lubitsch), o Sólo los ángeles tienen alas (Howard Hawks). La acción dramática se sitúa en el año 1886 cuando Gerónimo (líder apache) se escapa de su reserva y un grupo de nueve personas deciden irse en diligencia atravesando Monument Valley para dirigirse a Lonsburg, una ciudad con más vida. Gracias a su director que unía talento y experiencia, resurgiría un genero apagado con toques cinematográficos de indudable carisma e inventiva, como puede ser la presentación de John Wayne mediante el primer zoom de la historia del cine, que aunque pierda el foco en su transcurso es un hecho que se le perdona gracias a su fuerza y valentía en realizarlo.

Estamos ante un nuevo estilo narrativo apoyado por una planificación basada en repeticiones secuenciales del trayecto, parada hasta en tres ocasiones contando el final, que es el duelo de John Wayne (Ringo Kid) y que para nuestro asombro se desarrolla fuera de cuadro y con sonido diegético de los disparos. Todo ello muy inteligentemente rodado ya que se basa en duelo contra tres hermanos y se intuye que el desenlace es lo importante y no el hecho (Hitchcock utilizó esto durante toda su filmografía en cierta medida, en mi opinión). Unas de las tareas mas difíciles fue la filmación de todos los personajes en la diligencia, he aquí un desarrollo narrativo de indudable genialidad en el cual todos, muy diferentes entre sí, vierten sus opiniones, deseos y anhelos de lo que conjuga la condición humana. Se remarca la diferencia de las clases sociales mediante un juego de miradas que intensifica la claustrofobia en dicho vehículo y la tensión dramática. En esta película se pone en práctica dos elementos muy importantes y novedosos: la profundidad de campo, en concreto en dos planos, debido a la creación de un objetivo angular que produce más distancia focal y la filmación de techos, adelantándose así a Ciudadano Kane  (1941) y a la presencia de Gregg Toland como operador de dicha película.

Atención especial al asalto de los apaches a la diligencia manteniendo un vertiginoso ritmo durante mas de ocho minutos. Podrá gustar más o menos, pero indudablemente estamos ante una obra de referencia y de puesta en práctica en cuanto a forma y fondo de lo que seria el cine posterior, gracias a un John Ford en estado de gracia que le perseguiría durante su extensa filmografía y se convertiría en estudio en todas las escuelas de cine, hasta en nuestros días. Dios bendiga a John Ford.
CARLITOS WAY

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