domingo, 14 de agosto de 2011

CONFUCIO (KONG ZI (CONFUCIUS), 2.010) de Hu Mei


En 115 minutos de duración Hu Mei ha rodado una película mediocre. "Confucio" no alcanza a cubrir ni por asomo las expectativas generadas. Para empezar porque la historia no está bien contada. El montaje está deshilvanado y por lo tanto lo que se quiere contar no se transmite con la claridad deseada.

Cuando uno se aventura en el rodaje de una película biográfica, lo primero que uno ha de hacer es documentarse sobre el objeto de la película. Luego, de entre todo el material, ha de elegir algunas trazas de su vida y desarrollar esas pequeñas trazas a través de escenas cinematográficas. Sin embargo, aquí lo que se ha seleccionado no son unas cuantas trazas de interés sino unos cuantos aspectos de la vida de Confucio un tanto anecdóticos y de mero interés comercial. No consta lo esencial. Además, lo que se cuenta se hace de una manera tan precipitada que apenas se acierta a profundizar algo en algo.

Y eso por no hablar de la sensiblería excesiva y dramática de algunas escenas. Una sensiblería que da vergüenza ajena. Como aquella escena en la que su discípulo más amado pierde su vida congelado en el agua. Se empeña en sumergirse en aguas congeladas con el fin de rescatar las obras escritas que se cayeron al fondo. ¡Cómo si estas obras fueran más importantes que la vida de un hombre!. ¿Qué importancia tiene estas escenas tontas en la biografía de Confucio?, ¿es que no hay cosas más importantes que contar?.

Aunque es muy loable la descripción del entramado social y la descripción del contexto feudal desde el que cobra vida la figura de Confucio, no es menos cierto que la película adolece de una superficialidad difícil de soportar, tanto más si cabe por cuanto que hablamos de uno de los grandes pensadores de la historia de la filosofía oriental y no se hace otra cosa que incidir en algunos logros de su vida política, y en otras pocas calamidades que le sobrevienen como consecuencia de su destierro. 

La directora china Hu Mei no ha sabido articular una trama argumental consistente y efectiva. Se busca un sensacionalismo barato y algo vulgar que ni siquiera funciona causando sensaciones. Y más que asistir a una superproducción de 22 millones de dólares de presupuesto asistimos a una especie de esquema biográfico malogrado de lo que fue la última etapa de la vida de Confucio. 


Chow Yun-Fat no defrauda. Interpreta a Confucio y vemos a Confucio. Conjuga muy bien esa mezcla de rasgos personales en ocasiones contrarios. Un hombre que funciona desde la serenidad propia de un pensador que ideó la doctrina del Confucianismo y al mismo tiempo, un hombre dinámico y de acción propio de quien se dedica a la vida política.

Echamos de menos el aspecto más íntimo de la personalidad de Confucio, echamos de menos un montaje más trabado, echamos de menos una narración más emocionante, echamos de menos una evidencia más clara del entrelazamiento de su vida y su pensamiento. Nada de esto tenemos y es evidente que sin estos ingredientes esta película no pasa de ser un producto gris cargado de buenas intenciones que no entretiene, pero que sí aburre.

ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

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