martes, 2 de abril de 2013

Crítica de 'EL AMANTE DEL AMOR' (1977) de François Truffaut




François Truffaut estrena "El amante del amor" en 1.977. Un año antes, Federico Fellini estrenaba su sin par Casanova. Aunque ambas películas comparten contenidos, y estructuras comunes, la perspectiva desde la que cada una aborda ese mismo argumento es diferente. Truffaut humaniza al trascendental Casanova de Fellini, lo convierte en un hombre normal y corriente, de carne y hueso, cotidiano, de la calle, al alcance de la mano. El protagonista pasa de mujer a mujer, una tras otra, incesantemente, hasta el momento culminante en que la fatalidad del destino le pone en manos de la muerte más fortuita. El trasfondo no obstante no alcanza, ni por asomo, los tintes metafísicos que coloran la versión de Federico Fellini. François Truffaut, sin mayor trascendencia, no mira al cielo, ni escancia sus esencias más allá del horizonte. Truffaut habla del mundo en el que el hombre vive, del amor humano, sin mayor pretensión, sin mayores proyecciones. El filme concluye con una mujer última que confiere sentido y redondez a la película, que comprende al amador desde su núcleo íntimo. La muerte abre y cierra la película. Comienza con el entierro de Berthand Morane, un entierro que transcurre en un tiempo real y que prosigue con los recuerdos de la historia de su vida, y se resuelve en una escena final que retoma la escena del entierro. Por eso la muerte constituye el alfa y el omega de la historia, el espejo supremo ante el que la vida de un hombre alcanza su sentido más profundo y verdadero, el fruto final, la liquidación de la balanza contable, el ajuste vital. Pero el filme no define texturas de fina hilada, y el argumento defrauda por su ramplonería barata. Provista de narrativa plana y de estructuras repetitivas, "El amante del amor" podría prolongarse durante todo el tiempo que el director quisiera. Tanto si la duración de la cinta sumara 15 horas como si durara 15 minutos ello en modo alguno alteraría el significado de la película. Un corto de 15 vale tanto como este largo de 120. Porque en este caso la duración no viene dada por el tiempo que una determinada historia precisa para su exposición, sino por la decisión del director de no incorporar más escenas y más mujeres en el iter de la trama. La historia no conduce a ningún nudo interesante o de interés dramático, la trama se defenestra por los acantilados de la soberana insulsez y los desaboridos regustos del sabor recalentado.

ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

No hay comentarios: