miércoles, 29 de enero de 2014

Crítica de 'EL LOBO DE WALL STREET' (2013) de Martin Scorsese


Pese a sus 71 años, el genio de Martin Scorsese sigue estando en plena forma. Después de deleitar al mundo entero con esa declaración de amor al cine titulada La invención de Hugo (2011), el cineasta neoyorquino regresa con un título fiel a las entrañas de su filmografía, al Scorsese más gangsteril. Resulta difícil no emparentar El lobo de Wall Street con reconocidos títulos dentro de su carrera como Uno de los nuestros (1990) y Casino (1995); en ella existen tantas mujeres, excesos, lujos, dinero a expuertas y personajes sin escrúpulos como en las mencionadas, sólo que aquí los brutales asesinatos se cambian por la droga y la codicia.

Estamos ante una película de tres horas de duración, pero que no tiemble nadie, Scorsese siempre demostró ser un virtuoso del ritmo y del montaje y aquí lo sigue haciendo. La película no se hace larga nunca porque lleva la virtuosa firma de Scorsese, que mantiene en todo momento un pulso firme, vertiginoso y a toda pastilla con el espectador, y ya lo creo que lo gana.


El lobo de Wall Street es una película desconcertante, nerviosa, gamberra, desquiciada, alocada, electrizante. No hay otro ejemplo de lo mismo en toda su filmografía. En ella somos testigos de la ambición sin límites de un broker (Jordan Belfort) y del mundo que le rodea, de sus juergas y fechorías inmorales, en tono jocoso y dicharachero para hacerlas digeribles. El discurso que predomina en el film es el de la comedia absurda, tanto que en ocasiones las situaciones se acercan al surrealismo y a lo inverosímil, si bien a lo largo de su metraje asistimos a pasajes no tan divertidos para su protagonista que confieren a la cinta un tono más dramático (sobre todo al final), al igual que es fácil advertir una crítica social desde el principio. Todo ello en una orgía constante de despampanantes mujeres, drogas, alcohol, fiestas, yates y coches de lujo, un mundo que pueden permitirse estos lobos gracias a sus estafas millonarias. Perdón, a su trabajo.

Estos lobos de Wall Street capitaneados por un enorme Leonardo DiCaprio en estado de gracia siguen los mismos patrones que los gángsters que Uno de los nuestros, la única diferencia es que Wall Street vive bajo la bandera de la ley (aparentemente) y no existen crímenes bajo su fachada (al menos no vemos sangre). Pero por lo demás, estos tipos no merecen más respeto que un gángster. Por todo ello Martin Scorsese parece encontrar un filón en la obra autobiográfica de Jordan Belfort, demasiadas similitudes con su propio universo cinematográfico como para dejar escapar el guión de Terence Winter (guionista de lujo en cuyo currículum albergan libretos tan destacados como el de Los Soprano o Boardwalk Empire).


Una de las bazas de este film, dejando de lado las artes prodigiosas del maestro Scorsese, es su fabuloso reparto, en el que destacan (parece ya un tópico, pero hay que decirlo) Leonardo DiCaprio, uno de los grandes intérpretes de la escena actual, que va camino de convertirse en leyenda; que realiza un fantástico dúo con un soberbio Jonah Hill, que tanto recuerda al formado por Robert De Niro y Joe Pesci  (y atención a la breve pero intensa aparición de Matthew McConaughey, robando protagonismo al mismísimo DiCaprio).

Sin embargo, hay quien la tacha de obra maestra y yo no iría tan lejos. Si bien es una  película que contiene, sin duda, secuencias imborrables a enmarcar dentro de lo mejor del cine de Scorsese y su visionado resulta una delicia gracias a una infinita sabiduría escondida tras la cámara, el carácter repetitivo de muchas de sus secuencias consiguen inconscientemente un tono machacón en el que todo empieza a sonar a conocido pasado el ecuador de la hora y media. Y si a ello sumamos que su final resulta predecible cuando empieza a rondar el fantasma de Uno de los nuestros, restamos gancho al asunto. Con 40, 50 o 60 minutos menos, hubiera sido otra obra maestra, al menos, dentro del trabajo de Martin Scorsese. No hacía falta subrayar tanto la moraleja. El espectador la hubiera captado igual sin necesidad de caer en la repetición y la sucesión de gags. Por lo demás, otra obra imprescindible de un cineasta irrepetible dentro de la historia del cine que cumple una de las reglas de oro de la industria del séptimo arte: conseguir que el espectador no aparte la vista de la pantalla.

EDUARDO M. MUÑOZ

3 comentarios:

Antolín Martínez dijo...

Pendiente de ver para, de alguna forma, "compararla" con Wall Street de Oliver Stone...

Eduardo M. Munoz dijo...

Nada tiene que ver con Wall Street. Oliver Stone trata explícitamente los fraudes financieros, mientras que Scorsese opta por reflejar el modo de vida frenetico, desenfrenado y orgiastico de los brokers.

Ki___wi dijo...

El lobo de Wall Street es una película desconcertante, nerviosa, gamberra, desquiciada, alocada, electrizante y excesiva tanto en su duración, como bien apuntas al final, como en su forma o su retrato de los personajes. Un saludo.