La última película de Edgar Reitz, ‘Heimat: La otra tierra’, en realidad es una precuela de la monumental trilogía del mismo nombre realizada para televisión en los años 1984, 1993 y 2004, donde se reflejaban los acontecimientos de
El film se centra en la figura de Jakob y su familia, quien
sueña con emigrar a Brasil, país que tiene idealizado a raíz de las lecturas de
los libros que consigue y para lo cual está aprendiendo incluso las lenguas de
los indios de la selva amazónica. El film sigue la vida de Jakob y su familia
desde 1842 a
1844 y hace testigo al espectador de acontecimientos como el florecimiento del amor, el enfrentamiento fraternal, los devastadores inviernos, la frustación, el deseo
de una vida mejor, la unión familiar o la muerte. Todo ello a través de casi 4 horas de duración
que divide al relato en dos partes: “Crónica de un sueño” y “El éxodo”.
Edgar Reitz es un cineasta que se toma su tiempo para contar
su historia. Pero en una epopeya tan enorme como ésta sería un crimen querer ir con prisas. La
historia de Alemania, como la de cualquier país, requiere ser contada en su tiempo adecuado. Pero que nadie
se lleve a engaño ni se eche a temblar. Edgar Reitz es un virtuoso de la
narración, y consigue atrapar al espectador desde el minuto uno. Cuando éste finalice el visionado de esta obra no tendrá la impresión de haber estado cuatro
horas ante una pantalla de cine, sino que
más bien será consciente de haber asistido a un acontecimiento, no al visionado
de un simple film. ‘Heimat: La otra tierra’
es el reflejo de la vida misma en un bellísimo blanco y negro y en Cinemascope,
con atisbos de color en determinados objetos, técnica que retrotrae a films como ‘La lista de Schindler’ (1993) y que Reitz emplea con acierto y elegancia. La cámara de Reitz se mueve
con soltura coreografiando las almas de estos personajes entre las calles del pueblo ficticio
de Schabbach y los vastos campos germanos, transmitiendo un efecto hipnótico que logra mantener en todo el metraje y que resulta difícil de olvidar. En definitiva, una inolvidable obra épica que
tiene el aroma y el sabor de una gran obra maestra, donde todos y cada uno de sus planos son muestra de ello.
EDUARDO M. MUÑOZ
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