sábado, 29 de enero de 2011

ARMONÍAS DE WERCKMEISTER (WERCKMEISTER HARMÓNIÁK, 2000) de Béla Tarr


He oído que Bela Tarr abandona el cine, parece que  perdió la fe. Y no le culpo porque en estos tiempos de fosilizada cultura que azotan Europa (¡qué gran país!), no hay cabida para cineastas de esta altura. De Bela Tarr se ha dicho y escrito mucho, sólo diré que, por si algún nacionalista le interesa, es húngaro. Me gustaría ser  húngaro para tener de referencia a semejante artista y no a los inválidos de la cámara que tenemos por estas tierras, me refiero a los que tienen todos los  medios de publicidad a su alcance, no a los otros, que en España se hace buen cine, otra cosa es que lo conozcas o te interese.  Advierto: el que no esté muy receptivo a eso del cine “rarito” ya puede abandonar esta crítica, por petición expresa de la autoridad, y centrarse en las de mis compañeros que  son mejores y de más calidad.
Pues no señores, ni es el nuevo Tarkovsky ni estamos ante un cine existencial, vaya chorrada, sólo por la manera de mover la cámara, al servicio de los actores, de fundamentar los planos secuencia, de cambiar el eje de la acción, merece encumbrar al húngaro a los altares del cine.
Lo único que se le pide al espectador es dejarse llevar, te acurrucas en su cámara,  que ella sabe lo que hace, y comienzas a viajar de la mano del director, con mucha predisposición, porque qué obra artística no lo merece, hacia los vericuetos de una experiencia total.
Armonias de Werckmeister comienza con la representación  del sistema solar por un grupo de borrachos dirigidos por el protagonista de la historia, Eszten. A una pequeña ciudad húngara llega por la noche un pequeño circo con una ballena y un oscuro personaje, que el dueño del circo, un tractor y un enorme remolque, le bautizó como el príncipe. Este personaje al que sólo oiremos, tiene la capacidad de envilecer a las masas allí por donde pasa. Bela Tarr se centra  en Estzen un idiota cósmico que no quiere ser protagonista de los acontecimientos pero que se ve arrastrado hacia ellos, como si de un revisado príncipe Myshkin de El idiota de Dostoievski se tratara. En la película se habla de lo político y de la inmanente violencia del ser humano, desoladora es la secuencia de la muchedumbre abigarrada, que en su frenesí del daño por el daño, borracha de sinrazón, entra en un hospital, destrozándolo todo y golpeando a los enfermos, y lo único que les calma es la visión del cuerpo ajado y desnudo de un anciano, y de un futuro apocalíptico que empuja a la desolación a Eszter,  cuya única obsesión es ese aberrante y bello  mamífero, “un capricho de Dios”, que se esconde en el remolque y del que todos quieren huir porque es un mal presagio. Bela Tarr se basa en una obra de Làzló Krasznahorkai , Melancolía de la resistencia. Y pretende trasmitir la atmósfera de la novela, con un ritmo pausado , con silencios necesarios y  con  ruidos ordinarios , además de una fantástica banda sonora, que acentúan los bellos planos de los que somos testigos. El juego de luces y sombras y la fotografía en blanco y negro hacen lo demás.
Lo dicho, estamos ante una obra magnífica , ante un renovador, mejor decir revividor, del lenguaje cinematográfico, un tipo inclasificable en ese sentido, que muchos en Norteamérica quieren emular, sólo ver la forma correcta de planificar un travelling circular. La cámara simplemente es un personaje más cuyo único delito es retratar y  ser retratados como seres que día tras día invadimos el planeta  y nos invadimos a nosotros. Si busca algo más en el cine, si quiere reconciliarse con el individuo y la creación, más general, este es su hombre, no me refiero sólo a Armonias de Werckmeister, hablo de toda la escasa filmografía de Tarr.
JUAN AVELLÁN

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bela tarr se retira porque -en palabras del realizador- siente ya dijo e hizo todo, y que más de lo que está dicho en el Caballo de Turín, su última película -que por cierto te la recomiendo- no va poder lograr.
No quiere caer en la repetición onanista en la cual muchos realizadores caen.
Dice que quiere comenzar a producir a nuevos realizadores más audaces, más radicales y más sensibles que él.