martes, 18 de enero de 2011

DE DIOSES Y HOMBRES (DES HOMMES ET DES DIEUX, 2010) de Xavier Beauvois


Una de las experiencias fílmicas que acarició gratamente mis sentidos fue causada por una de las secuencias clave de De dioses y hombres. La secuencia en cuestión es la última cena de unos monjes que han tomado una de las decisiones más difíciles a las que se enfrentan, con la música de El lago de los cisnes bramando de un radiocasete, sus miradas, sus rostros, reflejan los grandes dilemas por los que han tenido que pasar (miedo, responsabilidad moral, fe) antes de llegar a la decisión final, ardua decisión final. Nada de palabrería, sólo interpretación. Mi alma y yo lo agradecemos.

De dioses y hombres es la candidata de Francia a los Oscar y la ganadora del festival de Cannes del Gran Premio del Jurado, presidido por Tim Burton y del que también formó parte el gran olvidado Víctor Erice. Dejando atrás las reseñas prestigiosas, esto nunca es un seguro fiable aunque se obstinen en hacernos creer, con sus marketing abrasivos, lo contrario, la película de Xavier Beauvois retrata  la peripecia de unos monjes, basado en un hecho que ocurrió en 1996, cistercienses-trapenses que viven en perfecta armonía con la población musulmana argelina. Un grupo de fundamentalistas asesina a unos trabajadores extranjeros y el pánico recorre la región. El ejército se ofrece para proteger a los monjes que rechazan su ayuda, y es cuando comienzan a plantearse si deben irse o quedarse con una comunidad que los define como: “somos los pájaros y ustedes son la rama”.



La única banda sonora que escucharemos en toda la película, aparte de la obra de Tchaikovski, es el silencio de los monjes, las liturgias ( excesivas en algunos casos),  el atronador ruido de la maquinaria de guerra del ejército y las reflexiones desesperadas de los monjes. Beauvois coloca a la cámara como un simple  espectador, la palabra justa es retratar frente a espolear conciencias (que cada uno saque sus propias conclusiones, parece decirnos), o lanzar diatribas  de un tema tan delicado como es el fundamentalismo islámico. El director se limita a reflejar las contradicciones humanas ante una situación límite, cuando lo que está en juego es la propia vida aunque uno sea un monje cisterciense. Esto es de apreciar mucho, la tentación de caer en lo panfletario era muy fuerte. La planificación llevada a cabo por Beauvois es sobria aunque parece embelesarse  en demasía por los paisajes, algunos lo llamaran poesía, y las secuencias corales carentes de significado dramático. Sin embargo es de agradecer que esta obra se haga un hueco en nuestros cines en estos tiempos. Y que se haga con tanta solvencia profesional, quizá por el exceso de esto, se hagan más patentes sus carencias fílmicas.


La interpretación es efectiva, se nota que el director ha sabido elegir a un buen reparto que va como anillo al dedo a la historia, destaca el trabajo de Jacques Herlin, el más anciano de todos. Quizá alguien poco dado a la mística le exaspere la película, pero es que no se trata de eso. De dioses y hombres quiere alcanzar cotas más altas, no limitarse a una lectura religiosa o a un conflicto religioso. Xavier Beauvois lo consigue sobradamente,  plantea el lado humano y la responsabilidad moral, o de fe, con sus votos y la comunidad a la que se deben, de unos hombres, son hombres, que dirimen, pausadamente, su destino. Dar cuenta, al fin y al cabo, de los conflictos humanos y de qué manera los encajamos.  La forma de narrar la historia de estos desafortunados monjes está tratada con la máxima seriedad sin caer en ningún efectismo, es más, he leído por ahí que Beauvois tenía preparadas varias cabezas falsas pero en el rodaje se desestimó la idea. Lo dicho, muy de agradecer.

JUAN AVELLÁN

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