domingo, 23 de enero de 2011

LOS OLVIDADOS (1.950) de Luis Buñuel


Los olvidados plantea el problema de la educación de los menores en nuestras sociedades modernas. En esta película de 1.950, Buñuel pasa factura a los responsables. Así, pone en su punto de mira a las malas compañías que llevan por el mal camino a nuestros menores; con igual contundencia, reprende a los desidiosos padres que se desentienden de sus hijos. Así como denuncia la haraganería y la vagancia, como causantes de la terrible perdición de los chavales. Más aún y, con mayor lucidez, señala a la miseria -a la puta miseria-, como la responsable última y principal de todos los desafueros sociales.

Buñuel pone los puntos sobre las íes a los padres que desatienden la educación de sus hijos, que les estorban y reniegan de ellos por problemas económicos. Hasta el punto de llegar a incumplir las obligaciones esenciales que deben observar en la educación de un menor. Por eso no se educa porque cuesta, porque sale costoso. La economía establece sus vertientes. La economía dirige nuestros modos, nuestros actos, la educación de nuestros hijos. Pero los padres son concebidos como el remedio, como los máximos responsables de la educación de los menores y por lo tanto, como los máximos responsables del destino de sus vidas. En efecto, éstos se meten en problemas por la desidia de aquéllos. La despreocupación, el pasotismo, la falta de cariño, el egoísmo, la desatención, el abandono y la desasistencia moral constituyen la diana contra la que el film lanza sus dardos.

El Jaibo acaba de salir del correccional y se convierte en el lider de la banda. Es el más mayor de una pandilla, el que atesora más astucia, el más zorro, el más echado para adelante, el más pendenciero, el líder indiscutible, el que forjar la panda y les promete a todos una ganancia fácil de dinero en un mundo azotado por la miseria implacable. Dentro de sus planteamientos no hay miramientos con los desasistidos, los lisiados, los ciegos, los cojos, o los desvalidos. No hay piedad porque el hambre asola la conciencia del hombre. El dinero y el hambre destruyen la conciencia del hombre, sus resonancias éticas. 

La película exhibe la factura propia del mundo de Buñuel. Vemos elementos comunes de su filmografía, obsesiones con cosas y animales, fetichismo insistente, y erotismo contenido. Una muchacha vierte leche de burra sobre sus piernas. Un muchacho golpea hasta la muerte a unas gallinas separadas del grupo. Un ciego sube a sus piernas a una menor inocente con afán desviado. Son escenas, todas estas deliciosas, que se inmiscuyen así en el subconciente con su particular lenguaje.


Y es curioso que otro Aragonés universal delinee parejas obsesiones. Cuando vemos los cuadros de Goya también vemos este mundo bestial y mortecino. En sus pinturas negras por ejemplo, en sus caprichos, o en sus aguafuertes funciona un simbolismo parecido. En su universo personal como en el de Luis Buñuel notamos la presencia de las bestias, los puercos, las gallinas, las vacas, los perros, o las cabras, aunque en Buñuel se combina con un cierto erotismo implícito y sutil.

ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

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