domingo, 9 de enero de 2011

¿QUIÉN TEME A VIRGINIA WOOLF? (WHO'S AFRAID OF VIRGINIA WOOLF?, 1966) de Mike Nichols


La película está basada en la obra teatral de Edward Albie, hijo dramatúrgicamente hablando de Eugene O' Neall y Tennessee Williams, patriarcas del teatro moderno estadounidense del siglo XX. Todos ellos criticaron desgarradamente la denominada "belleza americana". La película está producida y adaptada por Ernest Lehman, guionista y co-guionista respectivamente de Con la muerte en los talones (1959, Alfred Hitchcock) y Sabrina (1954, Billy Wilder), y dirigida por un director novel llamado Mike Nichols, el cual nos deja claros indicios de su genialidad detrás de las cámaras.

Con la planificación donde abundan primeros planos y cámara al hombro (algo novedoso en 1966) intensifica el tratamiento de los rostros de los cuatro personajes y en especial los de Richard Burton y Liz Taylor, así como el estado de embriaguez con mayor dramatismo. Todo alternado con planos cenitales y travelling de acercamiento para mayor tensión dramática, y en todo momento el movimiento de los actores en cuadro y fuera de él, muy deudor del teatro y de los genios del cine.

La historia está basada en la ilusión, en la realidad y la confusión. Ellas marcan la trama principal de la historia. El hilo conductor o leitmotiv es el hijo imaginario de Marta y George. Todo está basado en un desdichado juego de desdenes, críticas soeces, infidelidades, vejaciones e insultos donde dichos personajes invitan a otra pareja a tomar la última copa de un sábado, y se ven inmersos en un juego donde ellos mismos se identifican (George Segal y Sandy Dennis).
Todos ellos son arrastrados a la inmundicia de una “belleza americana”, del matrimonio unido por poderes económicos y no por motivos sentimentales. El guión resulta muy explícito en cuanto a diálogo empleado y muy duro para una sociedad puritana donde no se encontraban palabras mal sonantes en pantalla grande y que indudablemente supuso un antes y un después en el cine americano. Representa el verdadero diálogo de la familia americana y, porqué no, mundial (Michelangelo Antonioni hizo lo mismo en Blow-Up, Deseo de una mañana de verano ese mismo año aunque fue más explicito en cuanto a violencia física).
El dialogo del tándem masculino conlleva un juego de palabras digno de Oscar (aunque un guión así en Hollywood no lo iba a conseguir). Deriva a la confusión y a la infidelidad de uno de ellos, que es lo que nos transporta a la venganza y a saber que todo es un juego para no caer en lo que más miedo tienen las parejas de ayer y de hoy: la soledad.
El final queda abierto y nos damos cuenta de que todo es por culpa de las infructuosas experiencias de un matrimonio y de sus inseguridades, así como de sus desgarradas frustraciones emocionales. Las interpretaciones son absolutamente geniales, fomentadas por una fotografía de fuertes contrastes y fuertes contraluces que realzan la fealdad de unas palabras y un guión soez y de unos rostros marcados por el agotamiento el alcohol y la vehemencia (la cara de Elizabeth Taylor está, fotográficamente hablando, con una "clave tonal baja", la tiene prácticamente fotografiada como la de un personaje masculino, algo único en cine). Parece una noche sacada de una película de terror. Por ello obtuvo el Óscar a la fotografía.
Estamos ante la mejor obra de su director, autor de obras como El graduado (1967), Armas de mujer (1988) o Closer (2004), y ante las mejores interpretaciones de Elizabeth Taylor y Richard Burton. Una película imprescindible.
CARLITOS WAY

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