jueves, 16 de junio de 2011

UN PUÑADO DE ESTRELLAS ILUMINAN EL FIRMAMENTO ENTERO


Un puñado de estrellas iluminan el firmamento entero. Las estrellas de Hollywood se han hecho necesarias en esta oscura noche. Nada vemos sin ellas. Sin estrellas no hay filme y siempre son las mismas las que salen. ¿Dónde están los actores que sólo Dios conoce?. Todos los días salen miles y miles de actores excelentes de las escuelas de arte dramático y nadie sabe nada de sus vidas. Actores que se ven avocados a vivir de otra cosa, a lamentarse en las colas de la oficina del INEM, a malvivir sencillamente en un mundo oportunista, inhóspito, y desagradecido.

Cualquier chaval de quince conoce a los actores de nuestra cartelera. Los conocemos todos. Son los de siempre. Parece que no hay otros distintos. Por eso me figuro que hay demasiado talento desechado. Porque ser buen actor o, más aún, ser excelente no garantiza el éxito ni nada parecido. También un actor bueno ha de tener una cara bonita, presencia, algo de pose, firmeza y personalidad, labia voraz y sobretodo colosal atractivo.

Y eso por no contar con las maldades de nuestro amado mundo. ¿Cuántas grandes actrices tuvieron que ponerse de rodillas?, ¿qué hay que tocar, qué hilos hay que mover para que todo vaya?, ¿qué oscura mano asigna los papeles al elenco de actores?, ¿acaso el director decide por sí mismo cada acto?. Son muchas las preguntas que inducen a sospecha. Los intereses puestos en juego no son nada baladí. Las productoras, las empresas que financian los proyectos quieren también su parte de la tarta, su rédito, su rentabilidad, y, en definitiva, su cuota de decisión. Porque el que paga manda, decide e impone condiciones.

Mientras tanto las calles de la gran factoría de Hollywood están asfaltadas con miles y miles de cuerpos de aspirantes a estrella. Chavales y chavales con las cabezas llenas de pájaros negados que un buen día lo abandonaron todo por entregarse a ciegas a la interpretación. Abandonaron su casa, su ciudad y su familia. ¿Con cuánta denodada pasión, disciplina y entusiasmo no habrían trabajado quienes quieren comerse este afamado mundo?. ¿Cuánta ilusión truncada?. ¿Cuánta pasión desbocada?. Los criterios económicos requieren a las grandes figuras de la escena. El resto son sencillamente prescindibles.

Quizá no hemos sabido bien pulimentar tantos diamantes brutos, deslumbrados como estamos con la luz sideral. A mí personalmente nunca me satisfizo mucho las películas donde todo giraba entorno a un puñado de estrellas luminosas. Porque de alguna forma cuando vemos que el ilustre Al Pachino interpreta a Benjamin 'Lefty' Ruggiero en Donnie Brasco (1.997), también vemos al Michael Corleone de la saga de El Padrino, y al teniente coronel Frank Slade de Esencia de mujer (1.992). Y cuando vemos a Julia Roberts en Erin Brockovitzs (2.000) también la estamos viendo en Notting Hill (1.999), en Pretty Woman (1.990)  o en La boda de mi mejor amigo (1.997). Viendo una sola película estamos viendo muchas trayectorias.

Uno tiene grabado en la memoria la trayectoria del actor de renombre, sabe quién es, conoce su valía, su voz y sus capacidades, hemos reído y llorado en sus hombros, hemos visto su vida en nuestra vida. Sucede parecido cuando vamos por la calle y de repente nos cruzamos con alguien a quien conocemos de toda la vida, cuando le saludamos vemos toda su vida, su biografía, le preguntamos por su familia, sus hijos, sus problemas, su pasado.

Afortunadamente algunos directores se mantienen al margen de este leve desvío. Mel Gibson por ejemplo en sus películas se presta a los actores que no conoce nadie. Basta echar un vistazo a La pasión de cristo (2.004), o a Apocalipto (2.006) para caer en la cuenta de lo que aquí se sostiene. Sus actores no nos suenan de nada. La dimensión que cobra la trama argumental raya el verismo de forma inusitada. Al visionar la cinta no sale a relucir a la memoria el glorioso pasado que algunos le antecede. En tales casos somos espectadores vírgenes, y quedamos pendientes de que alguna actuación nos marque la memoria para siempre.

Supongo que lo bueno de ver cine diferente, asíatico, europeo, o hispanoamericano, es, justamente, esta ventaja. La posibilidad que nos brinda un director de enfrentarnos a un filme como a cualquier historia de nuestra vida cotidiana, como a cualquier suceso digno de ser contado en la página impar de un periódico de tirada nacional. Borremos las estrellas de nuestro comprado mundo y demos paso a nuestras jóvenes promesas. Más nos vale. El talento no es patrimonio exclusivo de las corporaciones económicas. Las oportunidades sí. Un puñado de estrellas iluminan el firmamento entero.


ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

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