sábado, 29 de octubre de 2011

EL DIABLO SOBRE RUEDAS (DUEL, 1971) de Steven Spielberg


Tratar  de analizar la ópera prima de cualquier director a posteriori invita siempre a sacar elementos que luego vamos a ver más claramente en su cine. No en todos los casos es igual. Cada autor en su obra de iniciación carga las tintas sobre aquello que estima le puede ser más rentable para su futura carrera.

Spielberg tenía 24 años cuando afrontó el reto de este su primer largometraje. Encuadrado en una generación de jóvenes de gran formación académica y que había aprendido mucho del lenguaje de la televisión, Spielberg puso mucho de su apuesta en Duel en la prioridad del montaje. Para algunos demasiado y para otros lo preciso para crear esa atmósfera asfixiante que la historia requería. No obstante, si viéramos detenidamente la película acabaríamos llegando a la conclusión de que la maestría de Spielberg no está tanto en el artificio del montaje como en los planos en que vemos en su integridad lo que pasa. Ejemplo de esto es el momento en que tomado desde el interior del túnel vemos aparecer por la boca del mismo la amenazante presencia del camión al que luego se le enciende los faros como si fueran los ojos de una persona.

Apenas cuatro años después de esta película Spielberg hizo Tiburón  (Jaws, 1975), una película que tiene mucho que ver con ésta porque el tiburón juega el mismo papel que el camión en Duel. Para mi gusto en Tiburón Spielberg ya no tenía que demostrar que era un buen cineasta y redujo el montaje a lo imprescindible. Además aunque todos supiéramos que el tiburón era una pieza construida teníamos la misma sensación de miedo aunque estuviera en plano general. En cualquier caso Tiburón pasará a la historia del cine como una de las mejores películas del último cuarto de siglo. En mi caso he de decir que en aquel verano del 75 los baños ya no fueron lo mismo, la sombra del tiburón acechaba por allí.


Volviendo a Duel es necesario hablar sobre el punto de vista. En ocasiones vemos cómo el punto de vista es diverso lo que descoloca un poco al espectador. Incluso a veces toma el punto de vista del conductor del camión, algo que es imposible porque el conductor no existe como personaje de la misma. También es verdad que estos equilibrios formales no parecían importarle demasiado a Spielberg. Incluso en algunas escenas llega a saltarse el racord. Es posible que él estuviera pensando que en ese año 71 el público de su película estaba más que educado en el cine moderno de la época, muy apoyado en el lenguaje televisivo.

El metraje fue estirado por exigencias comerciales ya que inicialmente la película duraba 71 minutos. La alargaron hasta la hora y media lo que obligó a repetir planos o mostrar planos semejantes tomados con cada una de las cinco cámaras diferentes que se usaron. Creo que sobran cosas que no interesan demasiado. Por ejemplo, el personaje interpretado por Dennis Weaver nos atrae por su peripecia con el camión no por lo que le suceda en su vida privada. La escena del bar, de casi catorce minutos, para mi gusto está demasiado alargada. Es evidente que ni a la historia ni al público le interesa si él localiza en esa escena al conductor del camión porque si lo hiciera la película tomaría otro rumbo que no deseaba Spielberg. El anonimato del conductor le da una potencia superior a si le pusiéramos cara.


El título original de Duel es mucho más riguroso que el que le pusieron los distribuidores en España (El Diablo sobre ruedas). Eso es lo que es la película, un duelo rodado a veces como si fuera un western. El encararse Dennis Weaver en mitad de la carretera al camión y caminar acercándose a él es un claro ejemplo. El uso de la carretera como un elemento más de la historia, en espacios abiertos, también le acerca al western. Incluso Dennis Weaver está como Gary Cooper solo ante el peligro.

Cuarenta años después esta película nos sigue alimentando cuando tenemos que analizar el cine de Steven Spielberg.

VALENTÍN RUBIO SUÁREZ

3 comentarios:

Manderly dijo...

Creo que esos punto sde vista y los diferentes enfoques es parate esencial para logran transmitir al espectador el pánico y la inquietud!
Una joya por la que no pas el tiempo!!
Un saludo.

Eduardo M. Muñoz dijo...

Excelente crítica. Qué estupenda película para hacer un debate como Dios manda.
Coincido contigo en que el hecho de alargar el metraje para su proyección en cines fue en detrimento de la película. Más que lo que dices de la secuencia del bar, que me parece magnífica, para mi gusto el film se nota que está alargado deliberadamente en su parte final, cuando ya se pide a gritos una resolución después de tantos y tantos planos similares, y Spielberg alarga el metraje innecesariamente antes de finiquitar la cuestión en su magnífico duelo final.
Lo de la vida privada del protagonista podría sobrar, pero es la única explicación racional que se le podría dar al film. Algo así como la secuencia de "Los pájaros" de Hitchcock donde están en un bar varios personajes que dan su explicación acerca del comportamiento de estos animales. Podría sobrar también, pero aporta interpretaciones racionales ante un argumento que no tiene aparentemente explicación alguna. En "Duel" lo veo así.
Y, por supuesto, donde se ve un cineasta de los pies a la cabeza es en los planos que mencionas donde los faros del camión parecen los ojos de una persona. Y a mí me gustan muchos los misteriosos planos donde podemos ver la mano del conductor del camión dejando que le adelante el coche. Siempre que voy por la carretera me acuerdo de esta película por eso.
Y en cuanto a los puntos de vista, probablemente sea un error de un primerizo Spielberg.
Enhorabuena, Valentín.

Naxo dijo...

Creo que te equivocas cuando dices que ni a la historia ni al público le interesa conocer la identidad del conductor. Desde luego, uno de los puntos más fuertes de la película es el anonimato del antagonista, pero el personaje de Weaver, como ser humano racional, curioso y con instinto de supervivencia, NECESITA saber quién es quien le acecha. Otra cosa muy distinta es que al final se descubra... ahí reside la magia. Pero todos nos veríamos impulsados a intentar averiguar la identidad de alguien que intenta atentar contra nosotros, ya sea por mera curiosidad o con intención de denunciarle. En la escena de la cafetería, todos nos podemos ver identificados con Weaver y además, la misma escena aporta esa sensación de inquietud, ansiedad e impotencia que, de seguro, Spielberg pretendía trasmitir.

Puede que la secuencia sea más larga de lo que debería, pero como tú mismo has dicho, eso respondía a cuestiones comerciales y no a pretensiones del director.