Por su temática, Rebeldes sin causa, recuerda a Los olvidados (1.950) de Luis Buñuel. Ambas ponen su punto de mira sobre el fenómeno de la delincuencia juvenil. Los desviados comportamientos de nuestros impúberes constituye el objeto de un discurso que carga las tintas contra la responsabilidad de los padres. La falta de amor y la falta de cariño es el caldo de cultivo de todos aquellos actos que se sustraen a la acción de la justicia. Padres despreocupados es igual a hijos extraviados, descuidados, desconsolados, afligidos, y por lo tanto prestos a llamar la atención. Este discurso se articula mediante la actuación de tres adolescentes cuyas vidas se entrecruzan en un nudo central, y se resuelve al cabo en los trágicos desfiladeros de la muerte. No obstante la factura técnica del filme deja que desear, el alma de la cinta no se halla, los actores fracasan con personajes huecos, con groseros perfiles, torpes en la expresión veraz, vacíos, enlatados, arquetípicos, pensados en el guión pero en modo alguno sentidos. Y eso por no hablar del raquitismo de la acción narrativa de los protagonistas, quienes nos deleitan con un abanico de acciones inexplicadas que no remiten a un punto anterior en la biografía del personaje. Las acciones por veces se presentan excesivas o nimias, pero en todo caso descompensadas y pobladas de impulsos falaces que evacuan la dimensión del personaje. Las escenas se suceden una tras otras a un ritmo bien marcado, pero la puesta en escena carece de emanación poética, de ambiente fundacional, y de atmósfera bajo cuyo envoltura los elementos narrativos puedan cobrar sus significados más poderosos. La intuición del director no se decanta por la ancha superficie de los escenarios. Pero el exceso de cálculo defenestra la hilazón de algunas escenas y descuadra la medición de los comportamientos. La interpretación de James Dean es un alarde de gran versatilidad expresiva, y de valía profesional pero es incoherente con el tono natural de la trama y los contextos dados, que en todo caso requiere un perfil de acción más contenida. La banda sonora no se acopla con coherencia al contenido concreto que se narra en cada escena. La música más que incidir, distrae, despierta en los espectadores sentimientos diferentes a los que, al mismo tiempo, producen las interpretaciones. Rebelde sin causa no pasa de ser una película entretenida, que no está bien, pero que tampoco está mal, pasable y apta para esos momentos en que uno no tiene otra cosa que ver.
2 comentarios:
Jóvenes inadaptados que marcaron un tipo de cine y Dean que se mantiene como icono eterno.
Saludos.
A mí la verdad ese chico no me gusta como actor. Me parece falso en los silencios, y desmedido en sus actos. Ideal para los momentos puntuales, para pasar los castings, pero no para interpretaciones que han de mostrar el pasado biográfico de un personaje. Desprende una mezcla de melancolía, tosquedad y homosexualidad. No comprendo muy bien por qué los medios lo elevan a la categoría de dios adolescente. Podría comprenderlo si se tratara de Marlon Brando.
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