sábado, 26 de octubre de 2013

Crítica de 'HOLY MOTORS' (2012) de Leos Carax

Con unos vientos cargados de desesperación, apatía y, sobretodo, estulticia que soplan al Continente, que existan directores como Leos Carax significan dos cosas: que todo no está perdido y que hay individuos que saben arriesgarse lo suficiente. Todo esto lo certifica Holy Motors.
Más allá de si es o no una película difícil, más adelante aclararemos esta cuestión, hay que reconocer al director Carax el valor de un trabajo, más que obrado en libertad, libre. Porque está claro que Holy Motors no tiene ninguna intención de complacer al espectador y no es una película apta para todo tipo de paladares, desde luego no para los acostumbrados a la comida basura.



En esa especie de sueño-prólogo, con muchos tintes Lynchenianos,  al inicio de la película, Carax coloca  la cámara frente a una audiencia de la que no estamos seguros de si está dormida o muerta. Es toda una declaración de intenciones sobre  lo que va ocurrir en los próximos 109 minutos. Un director no rueda  este tipo de películas para mentalidades complacientes y evasivas, porque todo en la vida no es evasión (al menos no debería) y complacencia.
Es muy recomendable, y si no se puede mejor ocuparse de otros menesteres , abordar Holy Motors sin ningún tipo de prejuicio, dejarse llevar , engañar o jugar  de la mano del realizador ante una experiencia visual e intelectual que no puede dejar indiferente a nadie; a unos cerca del asco y el rechazo  y a otros lindando  la obra de arte. La película en esencia no pretende adiestrar ni sentar cátedra, más bien su intención es introducirnos en los mundos sórdidos, en cuestiones  reflexivas  tales como la individualidad, el arte, la belleza y la muerte. Sin más. Leos  Carax propone su preocupante visión del mundo y en nosotros está seguirla  o no. 




Lo cierto es  que Holy Motors parte de una idea seductora; el viaje por diferentes vidas, llámense interpretaciones, dentro de una limusina blanca.  Iniciamos el recorrido en la vida de Óscar  saliendo de su hogar acomodado e introduciéndose en una  limusina blanca conducida por su chófer  Céline . Dentro del coche  el protagonista comienza a caracterizarse y de este modo empezamos el recorrido por todo tipo de vidas, situaciones dispares y absurdas. Una tras otra se van sucediendo las historias de cada uno de los múltiples personajes cuyo peso incide  en el excelente trabajo de  Denis Lavant; una anciana pedigüeña, un actor que forma parte de un proceso de captura de movimiento, un peculiar vagabundo, un padre con su hija, un terrorista, un matón de tercera, un anciano en su lecho de muerte,…




Nueve tipos  de personajes, citas como se menciona en la película, y nueve formas de vida, algunas demasiado largas que pueden sucumbir al tedio por parte del espectador y otras que no explican muy bien su por qué ; pero que tomadas de  forma cohesionada forman un todo: la vida con sus anhelos, su miseria y su incertidumbre. En la gran mayoría de ellas subyace un poso de amargura e inquietud, sin dejar de lado un tipo de humor, muy personal hay que reconocerlo del tipo Käurismaki, negro y absurdo. Hecho este que puede desesperar a más de uno.
Pero también la película se enfrenta al sentido del cine, tan denostado últimamente, y de la interpretación, el propio protagonista reconoce , ante un siempre genial y fugaz Piccoli , que echa de menos a las cámaras , que al a ver disminuido tanto le cuesta creer que estén ahí; realidad, ficción.


En definitiva Holy Motors no es el tipo de película que se pueda desgranar en un  único argumento sólido. Ya hemos dicho que Carax intenta señalar lo rematadamente disparatado de las pasiones y pulsiones humanas, lo que le lleva a tocar un amplio espectro. Obra de difícil calificación  sin embargo, o tal vez por ello, nos atrapa como una tela de araña, espoleando nuestros sentidos. Después del visionado nada vuelve a ser lo mismo y de eso se trata, en última y esencial instancia, en cierto tipo de cine al margen de las modas y de lo machacado para su fácil digestión. En tiempos de zozobra Holy Motors, como poco, es una experiencia estimulante.


JUAN AVELLÁN

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Holy motors" es el más claro ejemplo de que la grandiosidad no es algo que se pueda buscar a posta, es algo que se encuentra. Con lo simple que es hacer cine, y muchos buscando la excelencia lo complican de tal manera que resulta casi incomprensible. Leos Carax consigue, meterte de sopetón en algo que no sabes muy bien lo que es.

Anónimo dijo...

Después de ver la peli, saqué mi catana y maté a veinte samuráis, desayuné pasada la medianoche y la lavadora me explicó lo mareante que había sido su día. Y nadie me estaba mirando. A mí sí me gustó

Maruca dijo...

Holy Motors es una película tan extraña, tan fascinante, tan hipnótica y tan singular que resulta difícil hablar de ella. Holy Motors no deja indiferente a nadie

Eduardo M. Munoz dijo...

Tan sólo por deleitarse admirando al pivon de Eva Mendes, merecera la pena ver holy motors, jejeje
Ahora en serio, tiene que molar. La apunto.