Wild Man Blues no es un documental sobre la vida y obra del cineasta Woody Allen, sino que se centra en una faceta menos popular pero también reconocida de su figura, la de músico de jazz. Woody Allen y su orquesta The New Orleans Jazz Band tocan cada lunes desde hace años de forma pública, en el Michael’s Pub de Nueva York hasta su cierre en 1997, y desde entonces hasta ahora en el Café Carlyle, también en Nueva York. Es la razón que le impide ir a la ceremonia de entrega de los Oscars según él, ya que se celebra siempre en lunes. Para un tipo como él es la excusa perfecta.
El documental se centra en una gira europea de Woody Allen y
su banda que les llevó a recorrer ciudades queridas por el cineasta como París, Génova, Viena, Madrid o Venecia (en esta última no parece ir demasiado relajado en
góndola, la tranquilidad del paseo le lleva a pensar que el gondolero podría
asesinarles a él y a su mujer Soon-Yi
Previn sin que nadie se entere). Wild
Man Blues deja ver un público entregado a su ídolo, que le sigue allí donde
va y haga lo que haga. En una entrevista que realizan a un hombre que asiste a
su concierto de Venecia, éste acaba reconociendo que la razón que le lleva a
acudir es la figura de Allen más que la propia música en sí. Aunque después
reconoce que le ha fascinado la música tocada por Allen y sus hombres.
En su recorrido por Europa le acompañan su esposa Soon-Yi
Previn y su hermana y productora Letty
Aronson. La compañía de la familia hace que Allen (como fenómeno de masas)
se desahogue entre bastidores por la persecución de sus fans. Es el precio que
tiene que pagar por ser un personaje público, a la manera de su alter ego Sandy Bates en la
felliniana Recuerdos (1980). Esos momentos son
subrayados en el documental mediante el tema más conocido de Ocho y medio (1963, Federico Fellini), precisamente. Sin
embargo, esos instantes quedan olvidados cuando gracias a la cámara de Barbara Kopple podemos espiar los
momentos íntimos con su familia, en los que se le ve relajado y divertido, como
en ese desayuno en la suite de lujo del hotel de Madrid donde se quejan de que la tortilla española está demasiado dura. También
nos permite disfrutar de sus reflexiones personales acerca de la vida misma, de
su obra y del cine en general. Resulta una delicia ver cómo recomienda a su
mujer su película Annie Hall (1977) ya que, aunque nunca se sintió satisfecho con el resultado final,
está convencido que ella la disfrutará. Y ese otro momento de absoluta
sinceridad cuando afirma que no se merece un premio que no obtuvo su admirado
Fellini pero sí Ingmar Bergman y Akira Kurosawa. Reflexiona sobre el
carácter subjetivo de los premios en el arte, y que es una absoluta locura que
cierto jurado concluya que él merezca estar en el olimpo de los grandes cineastas.
Pero si por algo resulta interesante Wild Man Blues es porque podemos ver a un Woody Allen en su salsa
en otra de sus grandes pasiones, la música, en un estado de absoluto éxtasis mientras
toca con pasión su clarinete, y mueve sus pies, su cabeza y sus brazos en son
del jazz de Nueva Orleans. Aunque reconozco que estos momentos importarán un bledo a la gente que no sea
seguidora de Allen y no le gusten sus películas. Este documental está hecho únicamente para seguidores acérrimos, entre los que me incluyo, pero admito que según va
llegando a su recta final va perdiendo fuelle y se torna repetitivo. Sesenta o setenta minutos hubieran sido más que suficientes para mostrar la gira, las reflexiones y los momentos íntimos. Ciento cuatro minutos, por su parte, se llegan a convertir en suplicio.
EDUARDO M. MUÑOZ
1 comentario:
Si puede ser algo pesado por su duración,pero en definitiva un gran documental - además realizado por un a especialista en este género y estilo- que muestra a ese otro Allen - que hasta ese momento desconocía- un saludo desde Colombia: http://asaltovisual.blogspot.com/
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