jueves, 3 de abril de 2014

Crítica de 'LA VENTANA INDISCRETA' (1954) de Alfred Hitchcock


La virtud de la complejidad narrativa que sólo poseen los grandes maestros iba adueñándose cada vez más de la figura de Alfred Hitchcock, hasta el punto de alcanzar cotas difíciles (incluso imposibles) de superar, siendo La ventana indiscreta un claro ejemplo de lo que estamos diciendo. Hitchcock perfila un suspense dentro de algo más general que podríamos considerar un melodrama, donde la relación de amor entre Jefferies (James Stewart) y Lisa (Grace Kelly), parece ocupar el motivo principal. Esta técnica de servirse de un pretexto (o McGuffin) insertado cual muñeca rusa dentro del guión, que sirve para hacer avanzar el relato pero sin que resulte lo fundamental del mismo, llegó a convertirse en su estilo más relevante (véanse Los pájaros, Psicosis, Vértigo, Con la muerte en los talones…), y me aventuro a afirmar que pese a tener un suspense extraordinario, La ventana indiscreta se sirve de la misma premisa.

El típico suspense hitchcockiano gira en esta ocasión en torno a un posible crimen. Pero La ventana indiscreta también es, ante todo, un film sobre la condición humana y el mundo de la pareja. Todas las historias que Jefferies observa en las ventanas que tiene enfrente desde su inmovilidad para no morir de aburrimiento debido a una pierna escayolada, versan sobre las relaciones de pareja. De esta forma, a través de sus ojos (dicho punto de vista tan sólo se rompe ineludiblemente en alguna ocasión, por ejemplo cuando está durmiendo) somos capaces de entrar en cada una de las casas de sus vecinos, y ver así a una mujer que cada noche cena sola simulando que tiene un acompañante, a una pareja de recién casados que no dejan de hacer el amor durante toda la película, a una exuberante bailarina que se mueve sin descanso y que es puro deseo para los hombres, sin olvidar el matrimonio que debido al calor que azota la ciudad duerme en la terraza. También, como no podía ser de otro modo, en la ventana de la sospecha se sigue el mismo patrón creando el suspense a través de un matrimonio. Cada uno de estos escenarios es una película en sí misma, con su introducción, nudo y desenlace, siendo piezas fundamentales dentro de la obra general y para el mensaje que Hitchcock pretende transmitir.





Hitchcock se sirve de estos microuniversos con todo el cinismo del que es capaz, incluyendo por supuesto la historia de los dos protagonistas, para ofrecer su visión del matrimonio y de la pareja; al mismo tiempo que homenajea al propio cine y habla sobre nuestra condición de vouyeurs. Por eso la historia del asesinato, brillante en sí misma, no es más que un pretexto argumental para desarrollar dichas ideas, en un estilo formal y narrativo que hizo de Sir Alfred un cineasta único con un universo personal y de autor, como bien supieron ver Claude Chabrol, Eric Rohmer y François Truffaut en la época donde se le tachaba de director comercial y puramente técnico, sin mayor relevancia.




La ventana indiscreta es una obra maestra del cine de entretenimiento. Está llena de diálogos geniales, magistrales interpretaciones (Raymond Burr fue elegido porque se parecía físicamente a David O. Selznick, una broma del maestro) y emocionantes secuencias, así como de un brillante humor, especialmente en los momentos donde las dos mujeres que acompañan a James Stewart (una bellísima Grace Kelly y una impagable Thelma Ritter) empiezan a acompañarle en sus sospechas. Todo ello en un prodigio de producción para la que fue necesaria la construcción de un barrio entero en uno de los estudios de la Paramount, el más grande realizado hasta la fecha por dicha productora. Desde 1997 el film se encuentra en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de los EE.UU., como patrimonio fílmico incuestionable de la historia del cine.

EDUARDO M. MUÑOZ

2 comentarios:

Roser Ortiz dijo...

Sin lugar a duas, una obra maestra.

Antolín Martínez dijo...

Por supuesto que es una obra maestra, como muchas de las de Hitchcock. ¿Y Grace Kelly? ¡Tan hermosa, tan fresca!
Yo personalmente le llamo a este tipo de cine cine-pepsi cola (puede ser cine-coca cola) porque, si bien es relativamente "trivial" en sus planteamientos conceptuales, intelectuales, filosóficos, está tan pero tan bien hecho que es un espectáculo visual verlo, apreciarlo, gozarlo. Refresca. Un cine impecable e imprescindible.