martes, 29 de marzo de 2011

21 GRAMOS (21 GRAMS, 2003) de Alejandro González Iñárritu


21 gramos es la segunda película del cineasta Alejandro González Iñárritu tras el debut que supuso la magnífica Amores perros (2000). El título hace referencia a la pérdida de peso corporal que se produce cuando una persona fallece, provocada por la fuga del alma del cuerpo. La teoría es del Dr. Duncan MacDougall, quien a principios del siglo XX realizó varios experimentos con muertos con la intención de demostrar que el alma posee masa, ergo es algo tangible y material.

Sea cierta o no, Iñárritu usa esta teoría como metáfora para hablar de la muerte. Las tres historias encadenadas que cuenta su película tienen la muerte como nexo común, concretamente lo que las une es un accidente mortal de tráfico. Los protagonistas son personajes atormentados, con un alto sentimiento de culpa, donde una causalidad necesaria hace que sus vidas se crucen y se encuentren.


El mundo que expone 21 gramos tiene un funcionamiento propio que carece de moral en sí mismo: lo que puede ser bueno para la vida de una persona puede ser trágico para la vida de otra (por ejemplo, el profesor interpretado por Sean Penn necesita un trasplante de corazón y lo consigue gracias a un terrible accidente que acaba destrozando la vida del personaje de Naomi Watts); y, por eso mismo, las personas acaban siendo víctimas de la culpabilidad y necesitando irremediablemente una redención a sus pecados. "Jesucristo no vino al mundo para librarnos del dolor, sino para saber convivir con él", dice en un momento de la película el ex-presidiario interpretado por Benicio del Toro.

Iñárritu sabe de lo que habla, y el film posee una fuerte carga metafísica. La causalidad del universo, para bien o para mal, es algo inexorable en el que todas las piezas deben encajar, y siempre hay que aceptar lo que nos toque vivir estoicamente. En el film se expresa en dos teorías: por un lado la visión cristiana (encarnada por Benicio del Toro, donde la causalidad la realiza un Dios que es el que mueve los hilos), y por otro la visión que podríamos denominar filosófico-matemática (representada por Sean Penn, donde "cada acto de la vida está compuesto por números, éstos son una puerta para entender un misterio mayor a nosotros mismos, el modo en que dos personas desconocidas lleguen a conocerse..."). Dos visiones de una misma idea que sirve de fundamento para que esas vidas se fusionen como si de una sola se tratara. La película habla en el fondo de cómo las vidas de cada uno de nosotros forman una espiral infinita y están conectadas con el resto de vidas que nos rodean, y de cómo nuestros actos arrastran consecuencias para el conjunto.


La cinta carece por completo de una estructura lineal. El guión firmado por Guillermo Arriaga está compuesto como si de un puzzle se tratara, en el que poco a poco van encajando las piezas matemáticamente. El tiempo narrativo se deconstruye a través de flasbacks y flashforwards que pueden desconcertar al espectador, pero sólo aparentemente. La fuerza y la credibilidad de la historia acaparan tanto nuestra atención que es imposible perder el hilo. Dicha estructura es más compleja que la de su trabajo anterior, Amores perros, que estaba compuesta a través de capítulos claramente expuestos y delimitados, lo que demuestra una mayor madurez a la hora de hacer cine superando a aquélla ópera prima por derecho propio.

Estamos ante la que probablemente sea la mejor película de su director hasta la fecha. A la cinta no le sobra nada en la construcción de su relato, defecto del que sí adolecen sus últimos trabajos, Babel (2006) y sobre todo Biutiful (2010), que están demasiado dilatadas en su metraje. Se nota por tanto el buen trabajo de guión de Arriaga. Pero no sería justo resaltar todo el mérito de una excelente película como 21 gramos destacando únicamente su guión. La puesta en escena de Iñárritu logra unos planos dotados de un realismo fuera de lo común, con ayuda de la cámara en mano y de la fotografía de Rodrigo Prieto. A ello hay que añadir el dramatismo de la música de Gustavo Santaolalla y del trabajo de unos actores en estado de gracia, desde el primero hasta el último.


El film da en el clavo en su descripción del mundo. Ésta no es alentadora, no habitamos en el mejor de los mundos posibles. Quizás tan sólo en su final se puede contemplar algún atisbo de esperanza. Pero si es de la vida misma de lo que estamos hablando está más que demostrado que el tándem Arriaga-Iñárritu han acertado de lleno, además de regalarnos una lección de cine irrepetible.

EDUARDO M. MUÑOZ

5 comentarios:

Anónimo dijo...

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E. Muñoz dijo...

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Unknown dijo...

sip, babel dejo cabos sueltos y cosas inconclusas o mal finalizadas
pero 21 gramos muy buena

Anónimo dijo...

La mejor película y más completa de Iñarritu.Que manera más maravillosa de hacer sufrir a tantas personas. MIKI

Anónimo dijo...

Hace años vi esta película, no pensaba entonces de lo que la vida te deviene y de que reatas inaasibles tienes que agarrarte para seguir en ella, qué fuerza furiosa y macabra tiene la existencia de la materia humana.

Etziria