domingo, 6 de mayo de 2012

VÉRTIGO, DE ENTRE LOS MUERTOS (VERTIGO, 1958) de Alfred Hitchcock



Vértigo, probablemente por su condición de obra personal, fue víctima de la denostación por parte de crítica y público en su momento, lo que demuestra no sólo que no todo el mundo puede estar a la altura de apreciar esta joya indiscutible, sino que estaba adelantada a su tiempo. Hoy figura entre los primeros puestos en las listas que realizan los expertos sobre las mejores películas de la historia del cine mundial. Constituye una adaptación de la novela Sueurs froides: d'entre les morts de Pierre Boileau y Thomas Narcejac.

Vértigo no es una película cualquiera. Se bifurca en dos caminos, dos mitades que componen una hermosa mezcla de amor apasionado, algunas dosis de cine negro, por supuesto el suspense y también el melodrama. La segunda mitad, más interesante quizás que la primera, es el film que Hitchcock quería mostrar al mundo. La obra propia de un auteur. La primera consiste en una brillante historia de suspense y fantasmas, misteriosa e hipnótica, en la que Hitchcock se sirve de un MacGuffin prodigiosamente elaborado con el que engaña absolutamente al espectador; para a continuación relatar la historia de un hombre desesperado, hundido, deprimido, engañado y enamorado hasta las entrañas de una mujer que nunca ha existido: Madeleine (Kim Novak). Un creíble y veraz James Stewart encarna al hombre engañado. Hitchcock logra hipnotizarnos con su hechizo desde los maravillosos títulos de crédito de Saul Bass, en los cuales no podemos dejar de mirar esas espirales que hacen alusión a la acrofobia del protagonista. Las espirales sirven de trasunto en el film, desde los moños de Madeleine y Carlotta Valdés hasta la escalera de caracol de la iglesia. Y es que Vértigo es precisamente eso, una espiral de la que no podemos salir, a causa de una mujer de la que también nosotros, los espectadores, nos hemos enamorado.






Uno de los aspectos de Vértigo que más salta a la vista es su ritmo pausado, muy distinto del que nos tiene acostumbrados el maestro Hitchcock, propio de un poema. Con ese ritmo aletargado, perfectamente adecuado a las imágenes que muestra con delicada e inusitada belleza, Hitchcock construye su película más personal, más íntima. Es un Hitchcock romántico, una tormenta de pasiones a flor de piel donde la partitura de Bernard Herrmann adquiere personalidad propia, confiriendo al film la atmósfera wagneriana requerida para la historia. Pocos ejemplos existen en la historia del cine de una simbiosis tan  perfecta entre compositor y cineasta, dos personalidades complementarias que no podrían existir la una sin la otra (desde luego Vértigo no sería lo mismo sin la composición de Herrmann).

Vértigo bebe de fuentes clásicas, de mitos como el de Pigmalión o la historia de Tristán e Isolda (no por casualidad el tema de amor de la banda sonora recuerda tanto a la ópera de Richard Wagner). Pero al mismo tiempo se adelanta a las nuevas vanguardias cinematográficas surgidas sobre todo en los años 60 en Europa, convirtiéndose en uno de los primeros referentes de esa forma de hacer cine que los historiadores denominan el cine moderno. Vértigo aúna con brillantez clasicismo e innovación. Representa un prototipo de cine que ya no es clásico, aunque tenga elementos clásicos; que se aleja de las narrativas tradicionales, que ya no toma en consideración ninguna referencia, sólo la que el propio Hitchcock impone. Hitchcock es su propio referente e inventa el cine una vez más con esta obra maestra. Se sirve de una espiral de sentimientos para hacer avanzar la historia (no de la racionalidad como hubiera sido lo propio en un film de suspense); elementos irracionales propios de las teorías psicoanalíticas que tanto admiraba y que tendrán su punto álgido en otra vanguardista, surrealista y poética película, también un ejemplo de cine moderno, Los pájaros (1963).


No hay palabras para elogiar suficientemente a Kim Novak (Madeleine/Judy), quien nunca estuvo tan bella, tan deseable, como en Vértigo (aunque resulte perfecta para la película, curiosamente la primera eleccion de Hitchcock para el papel de Madeleine/Judy no fue Kim Novak, sino Vera Miles, pero su embarazo lo impidió). Magistral es la secuencia en la que Judy sale del cuarto de baño de su habitación de hotel y resucita ante los ojos de Scottie como Madeleine, gracias a la transformación impuesta por éste. La cámara se acerca al rostro de James Stewart y podemos ver casi lágrimas en sus ojos. Uno de los momentos más románticos de la historia del cine y una de las mejores escenas jamás filmadas. “Hay en Vértigo otro aspecto que llamaría ‘psicosexológico’ y es la voluntad que anima a este hombre para recrear una imagen sexual imposible: para decirlo de manera sencilla, este hombre quiere acostarse con una muerta; esto es, necrofilia”. (Declaraciones de Alfred Hitchcock en El cine según Hitchcock, de Francois Truffaut).

La estela y la influencia de Vértigo es tan enorme que ha estado presente a lo largo de toda la historia del cine. Las últimas referencias las encontramos, sin ir más lejos, el año pasado. Una (argumentalmente hablando) en La piel que habito (2011) de Pedro Almodóvar; otra en The artist (2011, Michel Hazanavicius), en la que podemos escuchar un pequeño fragmento de la banda sonora de Herrmann. En el cine español reciente también se encuentra un pequeño homenaje en Abre los ojos (1997, A. Amenábar). Por su parte Francois Truffaut tuvo en cuenta aspectos argumentales del film para La sirena del Mississippi (1969). En cuanto al cine americano quizás el caso más llamativo es el (fallido) remake que el fabuloso cineasta Brian De Palma realizó en el año 1976, Fascinación. Por otro lado, en Doce monos (1995, Terry Gilliam), los protagonistas entran a un cine donde se está proyectando Vértigo. En lo que se refiere a la estética, los decorados del hotel en el que se aloja Judy  influyeron en David Lynch para el diseño artístico de la serie Twin Peaks (1990-1991). Pero la cosa no acaba ahí. Steven Spielberg se atrevió incluso a emplear la técnica de Hitchcock conocida como trombone shot (es decir, el truco visual para reflejar el vértigo del protagonista mediante la combinación de un travelling de retroceso y un zoom in) para Tiburón (1975).




Pero la importancia de la obra cumbre de Hitchcock no queda limita sólo al ámbito cinematográfico. También ha sido objeto de estudio filosófico por parte del pensador Eugenio Trías en el ensayo Vértigo y pasión (1998, Ed. Taurus), y más recientemente en la obra de Diego Moldes, La huella de Vértigo (2004, Ediciones JC), sobre sus influencias pictóricas y literarias; entre otros muchos estudios tanto dentro de España como fuera.

Los años, por tanto, han dado la razón al maestro, quien en su época era objeto de críticas como la que a continuación reproducimos de la revista Time, que carece de todo desperdicio: "El viejo maestro ha fabricado otro disparate 'hitchcockiano', donde el misterio no es tanto quién lo ha hecho, sino a quién le importa". O esa otra del Saturday Evening Post: "Los ocasionales estallidos de estrepitosa acción, la prestidigitación cinematográfica y el inventivo uso del color no son capaces de mantener el interés a lo largo de la tenue narrativa de Hitchcock".

EDUARDO M. MUÑOZ

4 comentarios:

CAROL LEDOUX dijo...

PE-LI-CU-LÓN

Recuerdo la primera vez que la ví, tendría unos 9 años y me quedé fascinada por la historia, a pesar de que no la entendí muy bien. Me pareció algo así como un romántico cuento de fantasmas jajjaja.

Creo que fue la primera peli de Hitcock que vi junto con Los pájaros.

Foxman dijo...

De mis favoritas después de Private Life of Sherlock Holmes de Billy Wilder, la veo una y otra vez y le encuentro más cosas

Lo que Coppola quiera: Blog de cine dijo...

La primera vez que vi "Vertigo" no se me olvidará nunca. Recuerdo que iba al instituto y la descubrí en un programa de TVE que emitían los domingos por la tarde que se llamaba "Cine de oro". Igual que le pasó a Carol, no la entendí muy bien, pero el efecto que me causó no me abandonó ya nunca. Es una de mis películas favoritas.
Lo que te pasa, Foxman, es algo lógico y normal. Cada vez que uno la ve descubre cosas nuevas, no se acaba de ver nunca; eso es lo que ocurre con las obras maestras.
Por cierto Carol, "Los pájaros" es otra de la películas de mi vida. La primera vez que la vi iba al colegio y el efecto que me causó
aún hoy sigue estando como el primer día.

Saludos,
Eduardo Muñoz

posicionamiento dijo...

estuve mirando tu blog y esta muy bueno. Tienes post demasiado buenos.