lunes, 22 de abril de 2013

Crítica de 'TO THE WONDER' (2012) de Terrence Malick



El maestro Terrence Malick ha vuelto después de la colosal El árbol de la vida (2011), y lo hace para seguir analizando filosóficamente los conceptos fundamentales del mundo que nos rodea, en esta ocasión el amor. El “estilo Malick” moldea de nuevo una historia a base de soliloquios, hermosos planos que captan toda la fuerza de un paisaje (exterior e interior al mismo tiempo), y mucha poesía. En definitiva un nuevo producto confeccionado a base de una narrativa única en el mundo del cine y para nada tradicional.

Como viene siendo habitual en el último Malick, apenas existe relato en To the wonder. Su maestría consiste en ir esbozando un collage de sentimientos que hablan por sí solos. Para entender lo que tenemos ante nuestros ojos hay que dejarse llevar por el corazón, no por la razón. No busquemos una historia convencional con introducción, nudo y desenlace. Sólo de esta forma atisbaremos y desentrañaremos el concepto (¿o mejor sentimiento?) que Malick quiere mostrar: el amor, su universalidad, sus altibajos, su nacimiento y muerte.



Pese a su infinita belleza, To the wonder no es una película redonda, y su mayor flaqueza reside en el hecho de que esta vez la dirección de actores, brillante a lo largo de toda la filmografía del maestro, aquí ni de lejos consigue las cotas de excelencia anteriormente alcanzadas. Sobre todo la mayor parte de la culpa se la lleva Ben Affleck. Su rostro inalterable no transmite ni logra reflejar emoción alguna, dejando al descubierto que no se encuentra cómodo con la manera tan particular de dirigir de Malick, quien tanto gusta del uso de la improvisación durante el rodaje, como es sabido; muy al contrario de Javier Bardem, que sin necesidad de grandes gesticulaciones su sola presencia y su mirada lo dicen todo. El resto del reparto aprueba,  no sólo el colosal Bardem, sino el reparto femenino: Rachel McAdams en un breve pero significativo personaje, y sobre todo Olga Kurylenko, siendo capaz de reflejar tanto el éxtasis del amor como su ocaso. No obstante no alcanzan a conseguir la magia y la espontaneidad que debieran, como sí vimos en el magistral reparto de la anterior película de Malick, El árbol de la vida (2011).


Sin embargo las comparaciones son odiosas. Cada película de Malick es única en su género, una experiencia fílmica en sí misma, casi como si el cine acabara de inventarse en cada uno de sus films. Los mismos críticos que han visto en To the wonder una insistente manera de incidir temática y formalmente en lo que ya fue El árbol de la vida, El nuevo mundo (2005) e incluso de alguna manera La delgada línea roja (1998) (o lo que es lo mismo, que todo suena a algo ya visto y conocido), son los mismos que argumentan al mismo tiempo que el personaje de Javier Bardem no aporta nada a la historia (¿no es acaso evidente que Malick está hablando a través de ese sacerdote tan bergmaniano del amor a Dios, que busca pero no alcanza?). Y puede ser que lleven parte de razón en que  Malick, en el fondo, siempre habla metafísicamente de lo mismo, de la esencia del hombre y del mundo que habitamos, de las grandes cuestiones de la vida. Pero precisamente ahí radica su grandeza. El sello personal que deja rubricado en su obra lo convierte en autor, consiguiendo eso tan difícil que no todos los directores de cine poseen y se hace llamar “estilo”. Que no lo olviden, sobre todo cuando intentan criticar algo que no han comprendido.

EDUARDO M. MUÑOZ 

2 comentarios:

Camisetas y Regalos dijo...

Vaya con Terrence Malick. Se tira un montón de años sin sacar ninguna película, y de repente desde la delgada linea roja empieza a hacer películas como churros.
Habrá que verla!
Saludos

José Manuel Campillo dijo...

Excelente comentario, Eduardo.
El hecho de tener une estilo propio no tiene más merito que el de tener un estilo propio. El mérito es hacer una buena película. Lo del estilo está bien si la película lo está, si no no es más que una pose. Almodovar tiene su estilo y sus películas no son muy brillantes (por lo menos, las últimas). Algunos actores tienen su particular sello, pero no por eso son buenos. Tarantino y Malick tienen su sello, pero no siempre hacen buenas películas.
Un saludo.