martes, 10 de diciembre de 2013

Crítica de 'ALEXANDER NEVSKY' (1938) de Sergei M. Eisenstein



“No he venido a Novgorod para ser amado sino para lideraros en la batalla”

Estamos ante la primera película sonora de Eisenstein , y en muchos aspectos vemos cómo el director es un nostálgico del cine mudo, muchas escenas, la expresividad de los actores, el uso de la música, son más propios del cine de los años veinte que del cine de los treinta.  Eisenstein es un maestro del montaje cinematográfico, y esta película es una obra maestra en cuanto a montaje se refiere. A su estilo propio Eisenstein ha unido la experiencia de sus viajes por México y U.S.A., donde ha recibido influencia del cine norteamericano, y como veremos dichas influencias van a aparecer en este film. Estos viajes han hecho de este judío burgués un personaje “sospechoso” para Stalin,  por lo que el director necesita un film que recupere su imagen ante el Líder y le evite problemas, en plena época de depuraciones estalinistas. “Alexander Nevsky” es un film en el que se presenta la lucha de dicho príncipe ruso contra las fuerzas invasoras de la Orden Teutónica, orden de monjes guerreros que luchó contra los principados rusos en el siglo XIII, siguiendo una bula papal que les autorizó a invadirlos para intentar la conversión de dichos territorios ortodoxos al catolicismo. Eisenstein recoge esta historia para hacer un paralelismo con la Unión Soviética de los años treinta y la amenaza nazi que se cierne sobre ella, la orden teutónica representa a los nazis, pero no solo a ellos, también a otros enemigos del estalinismo, como era la iglesia o la burguesía.



El film comienza mostrando los restos del campo de batalla de una gran victoria de los rusos contra los suecos en el rio Neva, mostrando la grandeza de un triunfo anterior del príncipe Alexander, frente a otro enemigo que intentó lo mismo que los alemanes, la invasión y conversión de los rusos. Aparece Alexander Nevski en el campo, viviendo de manera modesta, como un campesino más, cuando recibe la visita de un embajador mongol (otra nueva gran amenaza que se cierne), que le ofrece unirse a su gran y poderosa horda guerrera. Dicha oferta es rechazada por el príncipe de manera modesta pero a la vez orgullosa, con grandeza, demostrando su madera de líder del pueblo y líder de la nación, es una declaración de principios, es mejor morir por la patria que abandonarla.



Llegan a la ciudad de Nóvgorod noticias de la cruel invasión de los monjes guerreros, que van arrasando a sangre y fuego allá por donde pasan. Se nos presentan una serie de personajes del pueblo, pequeños héroes populares, que enseguida encuentran la simpatía del espectador, algo muy característico de Eisenstein, buscar héroes del pueblo con los que el espectador se identifique y se conmueva ante las desgracias que les ocurran. Esta presentación de personajes está llena de primeros planos, son caras de gente modesta, con arrugas, ancianos, mujeres, niños, son héroes cercanos que usan lenguaje popular y se comportan como podría actuar un soviético de los años 30.

Cambiamos de escenario y se nos presenta a los caballeros teutónicos. Su aspecto es frio, son como maquinas, con los rostros cubiertos por sus siniestros cascos, transmiten sensación de frialdad, crueldad, todo acompañado por la música de Prokofiev que les da un aire más terrible todavía. Podemos disfrutar de unos fotogramas magistrales de cómo han arrasado una ciudad a sangre y fuego , planos llenos de hogueras y cruces, en un homenaje a películas como “Juana de Arco” de Dreyer. Son planos que parecen prácticamente cuadros, al estilo de la escena de las escaleras de “El Acorazado Potemkin”, imágenes que transmiten la sensación de devastación y muerte que llevan los alemanes allá por donde pasan. El tiempo pasa lentamente en estas escenas, el montaje de Eisenstein se recrea en los gestos de sufrimiento del pueblo, contrastados con los  inhumanos alemanes y su frialdad. Las masas de rusos actúan en planos colectivos, mostrando gestos de miedo propios de escenas de cine mudo. El humo y las cruces están presentes en todo momento para dejarnos claro que el enemigo son los alemanes-nazis, la iglesia y sus cruces, y las hogueras que traen la destrucción. El punto culminante de estas escenas es cuando los caballeros empiezan a arrojar niños a una hoguera, mientras reciben la bendición de un siniestro sacerdote que parece un personaje malvado de un comic. Los alemanes actúan como autómatas deshumanizados, frente al pueblo que sufre, esto es típico en todo el cine de Eisenstein, es como la fila de soldados de las escaleras del Acorazado Potemkin, son una maquinaria que hace sufrir al pueblo. Eisenstein no tiene problema de mostrar violencia en su cine para conmover al espectador con el sufrimiento de los personajes con los que el espectador se ha identificado desde un primer momento.






Volvemos con el príncipe Alexander que recibe la visita de los burgueses de la ciudad que le piden que defienda Nóvgorod, a lo que él dice que lo hará por la patria rusa y que para vencer necesitan que se alcen los campesinos. Entonces suena la música de Prokofiev de nuevo, se canta “levántate en armas pueblo de Rusia”, y los campesinos acuden a defender Rusia. 


La batalla en el hielo es larga, trepidante, dura prácticamente 30 minutos pero no se hace para nada larga, mantiene en tensión al espectador, con momentos en los que el triunfo se decanta más hacia los invasores y en otros hacia los rusos, todo planteado en un modo de buenos y malos muy propio del teatro o del cómic. Comienza la batalla con la carga de los caballeros teutónicos, escena que marcó un antes y un después en la historia del cine, y que ha inspirado prácticamente todas las escenas de batalla del cine histórico posterior durante muchos años.

La carga de caballería de los malvados alemanes va acompañada de una música contundente y espectacular de Prokofiev, que crea un ambiente demoledor e impactante, y que sigue impactando incluso actualmente. Se realizó un montaje visual para dicha escena en doce planos, una vez que los planos tenían la fuerza dramática que buscaba el director, se añadió la música, el tiempo real pierde sentido en los films de Eisenstein, el montaje y la búsqueda de dramatismo son más importantes, una escena que a tiempo real duraría unos segundos puede durar 5 minutos para que se transmita todo el dramatismo que se busca. El montaje es brillante y ágil ,y la música está adaptada fotograma a fotograma a las necesidades dramáticas de cada momento, en un trabajo realmente magistral.


Finalmente la batalla se decanta a favor de los rusos, tras un combate entre nuestro héroe y el Gran Maestre de la Orden Teutónica, y la huida del invasor es acompañada de momentos cómicos protagonizados por nuestros héroes populares y una música cómica que nos cuenta que el desenlace ha sido el triunfo del bien, del pueblo, frente al invasor.

Otro momento muy destacado de este fin de la batalla es el hundimiento en el hielo de los alemanes, acompañado de efectos de sonido brillantes, incluso se atreve Eisenstein con un “Mickeymousing” (aprendido en sus viajes por U.S.A), cuando el último soldado se hunde en el hielo y se pone fin a la batalla.


"Quien a espada venga a espada  perecerá", dice el príncipe cuando ya el triunfo es definitivo, y se ha rendido homenaje a los mártires que han muerto por la madre patria rusa.. Se libera a soldados enemigos, ellos son campesinos también, obligados a luchas por los crueles caballeros germanos.

Y así se pone fin a esta gran película del cine soviético de los años treinta, quizás no la mejor de Eisenstein, pero una obra maestra en cuanto a uso del montaje y de la música en el cine.

ANTONIO JAVIER REGIDOR PUERTO

4 comentarios:

Eduardo M. Muñoz dijo...

Es gracioso ver cómo Woody Allen parodia tanto la literatura como el cine ruso en "La última noche de Boris Grushenko" tomando elementos característicos de esta película, como la música de Prokofiev, los primeros planos, los elementos cómicos en batalla y el característico montaje soviético.

Antolín Martínez dijo...

"... quizás no la mejor de Eisenstein...". Sería muy difícil establecer lo mejor de Eisenstein. Está esta película, El acorazado y las de Iván el Terrible. Son obras maestras todas. La escena final, sobre el hielo, es extraordinaria, de las mejores del cine sin duda.
En cuanto a mostrar las vicisitudes del pueblo ruso, puede ser en buena medida porque fueron películas algo propagandísticas de la era staliniana. A pesar de ello, el pueblo ruso (creo) siempre ha estado sometido. Los alemanes siempre encima con intenciones de hacerse de ese territorio, y ellos buscando la salida al mar. Pedro el Grande fue el que por fin logró una salida al mar, y creo que todavía los siguientes reyes (zares) tuvieron que lidiar con los alemanes. También los polacos han sido un pueblo sufrido. En la II Guerra Mundial tenían a los rusos por un flanco y a los alemanes por otro.
Gran reseña de una verdadera obra maestra del cine. Saludos.

Daniel Ballester dijo...

Es un largo poema épico y social en un año donde, no casualmente, también aparecen la novela Trópico de capricornio de Miller y la obra de teatro Luz de gas, de Hamilton

Daniel Ballester dijo...

Es un largo poema épico y social en un año donde, no casualmente, también aparecen la novela Trópico de capricornio de Miller y la obra de teatro Luz de gas, de Hamilton