Podríamos introducir en una
coctelera elementos tan dispares entre sí como ‘La mosca’ (David Cronenberg, 1986), ‘Las zapatillas rojas’ (Michael Powell y Emeric Pressburger, 1948),
‘Repulsión’ (Roman Polanski, 1965) e
incluso ‘Psicosis’ (Alfred Hitchcock, 1960). Si continuáramos con el experimento añadiendo ingredientes de la propia cosecha de Darren Aronofsky como ‘Pi, fe en el caos’ (1998), ‘Réquiem por un
sueño’ (2000) o ‘El luchador’ (2008), no me cabe ninguna duda de que el lujoso cóctel obtenido de tan heterogénea mezcla sería este aclamado
‘Cisne negro’, o cuando menos, un resultado muy similar.
El cineasta estadounidense ahonda aquí una vez más en alguno de sus temas favoritos, como la obsesión y la paranoia. A modo de fábula moderna inspirada en el famoso ballet de Tchaikovsky ‘El lago de los cisnes’, Aronofsky construye un complejo puzzle sobre los sacrificios del mundo de la danza, tomando como elementos centrales temas freudianos, reflejados en la represión sexual de la protagonista o en la figura de la madre autoritaria. Si 'El luchador' mostraba el ocaso del éxito, 'Cisne negro' parece ser su antítesis, pues refleja la lucha por alcanzarlo por parte de Nina Sayers (una hipnótica Natalie Portman, cuyo excelente trabajo requirió un entrenamiento personal de ballet, ejercicio físico y natación durante meses). Igual que veíamos en aquélla el deterioro físico de los luchadores como consecuencia de su trabajo, en ésta asoma el lado menos amable del baile clásico. Entre bastidores, día tras día y sin apenas descanso, los profesionales del ballet experimentan una sacrificada rutina que pasa factura, no sólo física sino también psicológica. No extrañan, por tanto, esos planos emplazados en la nuca de los protagonistas, idénticos en ambas películas, que parecen constituir una autorreferencia.
El cineasta estadounidense ahonda aquí una vez más en alguno de sus temas favoritos, como la obsesión y la paranoia. A modo de fábula moderna inspirada en el famoso ballet de Tchaikovsky ‘El lago de los cisnes’, Aronofsky construye un complejo puzzle sobre los sacrificios del mundo de la danza, tomando como elementos centrales temas freudianos, reflejados en la represión sexual de la protagonista o en la figura de la madre autoritaria. Si 'El luchador' mostraba el ocaso del éxito, 'Cisne negro' parece ser su antítesis, pues refleja la lucha por alcanzarlo por parte de Nina Sayers (una hipnótica Natalie Portman, cuyo excelente trabajo requirió un entrenamiento personal de ballet, ejercicio físico y natación durante meses). Igual que veíamos en aquélla el deterioro físico de los luchadores como consecuencia de su trabajo, en ésta asoma el lado menos amable del baile clásico. Entre bastidores, día tras día y sin apenas descanso, los profesionales del ballet experimentan una sacrificada rutina que pasa factura, no sólo física sino también psicológica. No extrañan, por tanto, esos planos emplazados en la nuca de los protagonistas, idénticos en ambas películas, que parecen constituir una autorreferencia.
'Cisne negro' acierta en
reflejar la cara negativa del éxito, a través de las respectivas envidias y
rivalidades de las compañeras de Nina (que recuerdan a las que veíamos en su
momento en 'Showgirls' [Paul Verhoeven, 1995]), y es ahí donde encaja una pieza espinosa pero al mismo
tiempo vertebral del film: el dualismo del ser humano. Nina sólo triunfará en
su profesión si aflora su yo más oscuro y opaco pero, tal vez, más primigenio, desde el punto de vista psicoanalítico.
El guión de Aronofsky sale bien
parado de toda la complejidad
psicológica de la que está impregnado, además de los bien manejados
elementos de suspense y terror que llenan la trama, y lo hace con nota. Su
cinefilia sale a relucir en cada fotograma, apreciándose un inteligente y
agradecido aroma polanskiano, donde el punto de vista elegido siempre es el de
Nina, en el que el límite entre realidad y paranoia no siempre resulta claro.
No obstante, en su tramo final se abusa demasiado del efectismo a raíz
precisamente de ésto, no sobrepasando (por poco) el límite del ridículo, como por ejemplo en esa
secuencia donde el personaje interpretado por Winona Ryder se acuchilla la cara o esa otra donde las piernas
de Nina se transforman en patas de cisne. Demasiado ruido, teniendo en cuenta que el estado mental de la protagonista lo conocemos de sobra a esas alturas. Defectillos sin
importancia, sin embargo, dentro de esta personalísima obra de un cineasta que ha adquirido un
estilo propio a lo largo de su filmografía desde aquella inclasificable ópera prima que tenía por título 'Pi, fe en el
caos'. Al margen de sus referencias y gustos cinéfilos, en cada nueva película se
aprecia el hecho de que la mayor referencia en el cine de Darren Aronofsky es él mismo.
EDUARDO M. MUÑOZ
EDUARDO M. MUÑOZ
2 comentarios:
Excelente película. Natalie Portman, aparte de lo hermosa que es, hipnotiza por su extraordinaria actuación. Ese Óscar no fue gratuito.
A mí ésta me dejó sin palabras. Me pareció excepcional. A fuerza de centrarse en su trabajo pierde su vida, se transforma, fatalmente, en el cisne que anhelaba. Y el cisne en realidad es sólo una mujer atrapada y ahogada por el mundo.
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