A ritmo de samba comienza la última película de los creadores de la megataquillera ‘Intocable’ (2011), Olivier Nakache y Eric Toledano. Y al igual que en aquélla, en ‘Samba’ juegan a suavizar un drama social, en este caso el de la inmigración, mediante el discurso de la comedia. El primer plano de la película es muy significativo al respecto, ya que muestra una fiesta por todo lo alto que resulta ser una boda. Pero Nakache y Toledano enseñan también los entresijos que no se ven a simple vista en un evento de estas características. Entre bastidores revelan la otra cara de la moneda, el inmigrante sin papeles fregando platos a diestro y siniestro para que todo esté listo al otro lado del escenario. Ese es el tono precisamente que adquiere ‘Samba’ desde el minuto uno y que no abandonará a lo largo de todo el metraje. Una fiesta de tono agridulce. Una cara amable de algo que no es amable en absoluto.
Omar Sy encarna al protagonista de la historia, el
inmigrante Samba, quien vuelve a repetir con los cineastas Nakache y Toledano
tras ‘Intocable’ formando pareja protagonista en esta ocasión con la actriz
fetiche de Lars Von Trier, la hipnótica y siempre excelente Charlotte
Gainsbourg. Lo peor que le puede suceder a ‘Samba’ es que sea comparada en
exceso con su predecesora. Sus directores han repetido la fórmula que tan bien
les funcionó en ‘Intocable’ y por eso mismo da la sensación de que ahora estén
intentando buscar otro éxito como el obtenido en aquella cinta. Lo cierto es que el resultado
no ha sido tan brillante, pero no por eso la película merece ser vista mediante
el precepto que, sin duda, alguno utilizará, del tipo: “un ejercicio menos redondo de los directores de…”. De hecho, son
dos films distintos con caminos y temáticas diferentes que únicamente
deberían ser comparados desde el punto de vista formal.
El principal acierto de ‘Samba’ es
que no se pierde en el camino de la comedia ligera y amable, sino que a raíz precisamente de
este discurso construye todo un alegato social donde el espectador es
consciente en todo momento de lo que implica ser inmigrante en un país como
Francia. Desde este punto de vista, la temática de la inmigración es reflejada
en múltiples facetas, desde el miedo del inmigrante a ser detenido en plena
calle por las fuerzas del orden y ser expulsado del país, hasta el hecho de malvivir
con trabajos de precaria temporalidad que apenas les da para un mal plato que
llevarse a la boca al no disponer de los papeles reglamentarios para una mayor estabilidad.
En medio de todo esto, existe en el
film una relación amorosa que poco a poco se va tejiendo en la trama. Y el hecho de que sea predecible no implica necesariamente que no se siga con el debido interés. Lo
cierto es que resulta una delicia contemplar la química entre Omar Sy
y Charlotte Gainsbourg, los cuales encarnan en la ficción a dos seres que no
buscan otra cosa que una huída hacia adelante, siendo en eso absolutamente
semejantes pese a que las categorías sociales se empeñen en mostrar que son distintos.
Tal vez se echa en falta una
historia menos previsible en ‘Samba’. Al mismo tiempo tiene momentos en los
que da la sensación de que anda un poco a la deriva. Pero es una película de obligada visión, aunque no sea tan brillante como su predecesora y que sea inevitable en ocasiones la comparación, tan sólo
por el optimismo que derrocha y el grandísimo entretenimiento que supone su
visionado. Nakache y Toledano se mueven de nuevo como pez en el agua en el ámbito de la dirección de actores y de la construcción de este tipo de historias, y no me cabe duda de que el público responderá como es debido en taquilla. Al fin y al cabo estamos ante un film de los que consiguen que el espectador se vaya con una sonrisa a casa y viendo el mundo de otra manera. Y eso no se consigue todos los días.
EDUARDO M. MUÑOZ
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